viernes, 31 de julio de 2020

"Borderliner": Ojo con lo que decís

 

En un comentario en un diario importante de la Argentina le habrán dicho que es humo blanco, pero no lo crea, es niebla lo que se levanta en el bosque de la frontera entre Noruega y Suecia. Tal la primera escena de "Grenseland" (2018), la serie noruega creada por Meghan Gallagher y transmitida por Netflix. Se trata de un pequeño error, sí, similar a aquellos que los críticos no perdonan en esta ni en ninguna serie. Porque deben mostrar que son críticos y no hacen reverencias, salvo que sean series "de culto". Entonces son las más grandes de todos los tiempos.
 
  Es probable que "Grenseland" tenga embarazos de guión, no los sentí. Creo que la tensión está dada por el hecho de que el protagonista, Nikolai Andreassen, un apuesto y silencioso policía de Oslo, pasa de denunciante de un oficial corrupto, y presumiblemente asesino, a encubridor de un homicidio que cree cometió su hermano. La trampa se la tiende su pueblo natal al que acude en busca de respiro para la tensa situación que su denuncia le provocó en la capital. Porque también allá ha tenido secretos, y el principal de estos ha sido que la víctima del policía corrupto era la hermana de su novio. Además Nikolai ha mantenido en secreto que es gay.

  La palabra grenseland (zona de frontera) fue traducida al inglés como borderliner, y ese es el título con que Netflix difunde la serie. Palabra peligrosamente cercana a borderline, siendo que en este caso alude al límite mismo. En tal carácter participa de la denominación del Borderline Personality Disorder (trastorno de límite de la personalidad), con que la psicología estadounidense más o menos indica la frontera entre neurosis común y psicosis. En la serie, aclaremos, no hay visible ningún fronterizo psicológico, sino una frontera real, que es asimismo la unión y separación simbólica del policial sueco -padre de todo el nordic noir gracias a las novelas de Henning Mankell y de Stieg Larsson, que fueron también películas y series- y el flamante policial televisivo noruego. Tienen en común el bosque y el frío. Volvemos a ellos.

  En el bosque es de noche, hay niebla, y unas luces iluminan lateralmente la escena antes de que se oiga el ruido de un choque. Choque que tendrá mucho que ver con la historia que Nikolai Andreassen vivirá en su pueblo, lleno de problemas y delitos, como todos los callados pueblos hundidos en los bosques nórdicos. Los crímenes que se cometieron y se cometerán en el pueblo tienen la droga como causa y unión, igual que en todas las ciudades, pueblos y villorrios del mundo ancho y cada vez menos ajeno que el policial recorre actualmente. Y la solución de los casos policiales, en ese pueblo noruego como en todas partes, depende casi enteramente de trabajos de laboratorio. Asesinos y cómplices dejan huellas fantasmales por todos lados, y es mejor no desatar ese infierno de autopsias y microscopios. Pero Nikolai lo desata sin proponérselo cuando indica que un suicidio ha sido en realidad un asesinato. El grueso cadáver, dantesco, que pende sobre un río no se ahorcó, dictamina el policía de la ciudad, y, al hacerlo, mete su pie en el cepo. Nada habría pasado si hubiera aceptado, como la policía local, que era un suicidio. Llega una colega de Oslo, Anniken Høygaard-Larsen, quien será socia y callada conciencia de Andreassen.

  Parecerá mentira pero la serie logra, sin que se note el trabajo, que los dos problemas del finalmente atormentado detective sean uno. No diré más.

  El color, la fotografía, une "Borderliner" a casi todos los policiales nórdicos. Estos protagonistas tienen una natural sobriedad de carácter como rasgo distintivo. En el Newsweek el comentarista Andrew Whalen escribió que "Borderliner" es "la introducción perfecta al policial escandinavo", y como tal puede tomarse, al menos por lo escenarios de luz gris y bosques oscuros que dejan presentir tantos ocultamientos y tanta grandeza perdida en todo sitio.




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