miércoles, 12 de abril de 2023

"Transatlántico": París ya no era un fiesta



"Transatlántico" (2023) no tiene que ver con ningún transatlántico sino con una mínima gesta -mínima en comparación con más de 50 millones de muertos de la Segunda Guerra Mundial-, encabezada por el periodista estadounidense Varian Fry, quien vio a mediados de los años 30 en Berlín los comienzos del Holocausto judío. En el año 40, cuando media Francia estaba directamente ocupada por los nazis, y la otra mitad administrada por el gobierno colaboracionista de Philippe Pétain, instalado en la ciudad de Vichy, Fry va a Marsella con el propósito de ayudar a quienes quieren exiliarse. Como todo hecho histórico recreado por la literatura o el cine o ambos (como en este caso), el trabajo que hizo Fry para proteger y exiliar intelectuales y no intelectuales, judíos o no, por medios legales e ilegales, se convierte en leyenda. Fly en los hechos facilitó la salida de miles de perseguidos, entre ellos Hanna Arendt, Walter Benjamin -quien se suicidó en Portbou (Cataluña) cuando había logrado atravesar los Pirineos-, André Breton, Max Ernst, Marc Chagall, Victor Serge, Marcel Duchamp y otros notables escritores y artistas plásticos de la época. Ellos son el condimento -y aportan al fondo de leyenda- de esta serie de siete capítulos, mientras se alojan clandestinamente en un hotel y luego en una vieja finca en las afueras de la ciudad, a la espera de visas de los Estados Unidos. 

Fry contaba con el apoyo de la Primera Dama estadounidense, Eleanor Roosevelt, quien amadrinaba un Comité de Rescate de Emergencia, a instancias de Thomas Mann, Theodor Adorno y otros intelectuales alemanes, con el aporte de empresarios judíos y no judíos. Se retrata este aporte en la figura de Mary Jayne Gold, la protagonista femenina de la serie, quien dilapida -por así decirlo- el dinero que le pasa su padre, en la protección de estos perseguidos europeos. También Peggy Guggenheim contribuye, llevándose de Paris telas de algunos artistas notables, entre ellos Picasso, y acercando dinero, además de su refinada simpatía, a los exiliados de la villa Air Bel. Pero, de acuerdo con la serie, el aporte de capital provino también de los vínculos de Mary Jayne con los servicios de inteligencia británicos, a su vez conectados con las primeras células de la Resistencia no comunista, donde se destacaron negros de las colonias francesas en África. Si la señora Roosevelt vio en aquel Comité la posibilidad de importar inteligencia a los Estados Unidos, los negros apostaron a que un triunfo sobre el nazismo llevaría aparejado un proceso de descolonización mundial, como efectivamente sucedió.

La serie se basa en la novela The Flight Portfolio, de la estadounidense Julie Orringer (nacida en Miami en 1973), y convierte en ficción otros detalles de la trastienda de la historia, como la resistencia del cónsul de los Estados Unidos en Marsella a colaborar con el Comité de la señora Roosevelt, y la presencia de empresas de la entonces tecnología de punta, que buscan crear mercados en Europa, incluida Alemania, "cualquiera sea el resultado de la Guerra". Fry debió enfrentar, con ayudas secretas de empleados del consulado, esta situación o complot de la derecha política y económica. Por otra parte, su país no estaba en guerra y el Comité le imponía ciertas limitaciones para ayudar a los perseguidos. Finalmente, rotos los lazos con el Consulado y despedido del Comité, Fry usó pasos a través de los Pirineos, barcos pesqueros y automóviles privados para llevarse a "sus" protegidos; falsificó documentos y estuvo jugando en la cuerda floja, incluida la posibilidad de ser juzgado por traición, durante más de un año en Europa. 

Las escenas festivas promovidas por los surrealistas, con Breton a la  cabeza, en la villa Air Bel ciertamente muestran la cara irreductible de la cultura latina, amenazada entonces por el nazismo, y en parte explica por qué aquella aventura tiene visos legendarios y hasta delirantes.

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Netflix


viernes, 31 de marzo de 2023

"Fenris": El lobo no está




Plantéase aquí el problema del conservacionismo, o sea, cuidado y protección de la fauna y la flora. En este caso, lobos, en cierta zona de Noruega. La cercanía, aunque no tanta, de una pareja de ellos -son animales monógamos- desata una paranoia que se resuelve en violencia. Alentada incluso por la alcaldesa del pueblo. Esto pese a que los científicos que monitorean a los lobos y sus cachorros repiten que los lobos temen más a las personas que las personas a los lobos. 

Alguien dijo o me dijo alguna vez que la violencia es siempre de derecha. No hay aquí definiciones político-ideológicas, pero basta ver el proceder de los cazadores para comprobar cuál es su ideología y cómo procederían ante otro tipo de problemas en una sociedad más numerosa. 
Curioso que los redentores que quieren salvar al pueblo de los improbables ataques de los lobos llamen "mafia" a los conservacionistas. Esa palabra se está haciendo un latiguillo estúpido e interesado en todo el mundo. 

En la Edda Poética, una de las bases de la antigua mitología nórdica, Fenrir es un lobo monstruoso que finalmente asalta la morada de los dioses. Aquí, a la palabra se le ha cambiado una letra, y es el nombre del lobo supuestamente asesino.

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Flow

viernes, 16 de diciembre de 2022

"Los misterios de la hermana Boniface": No es ninguna monjita



"Los misterios de la hermana Boniface" (2022) realza el que algunos críticos ingleses llaman "período policíaco" de la literatura inglesa, no porque no existiera otro tipo de literatura entre fines del XIX y primeras décadas del XX en Inglaterra, sino porque en ese período tuvieron enorme éxito comercial y popular las historias de Sherlock Holmes, escritas por Conan Doyle, y las de los detectives de Agatha Christie, sobre todo Hércules Poirot. Para el mundo, esas novelas representan el "policial clásico", en tanto las escritas en la costa Oeste de los Estados Unidos entre los años 30 y 50 del siglo XX dieron nacimiento al "policial duro". 

  Fuera de que las figuras de los detectives y los ambientes son de épocas y dos sociedades distintas, no hay mayores diferencias en las tramas de los policiales "clásico" y "duro": los crímenes ocurren en ambientes normales (por así llamarlos) y el gran atractivo de esas historias es precisamente ése: que la normalidad oculte la capacidad criminal de mucha gente. Lo descubrió Sherlock Holmes en su primera novela. "Estudio en escarlata" se titula así en alusión a una definición del detective del gorro de caza y la pipa calabash: las pistas de los asesinatos son como un hilo rojo que corre por debajo de los hechos comunes. El trabajo del detective consiste en ponerlo a la luz. En otras palabras, para el policial "clásico" y el "duro" el asesinato está incrustado en la mejor sociedad -preferentemente en la mejor de la mejor- y hay que excavar hacia él como hacia una pepita de oro (de oro diabólico, claro). Con el tiempo, el policial comenzó a indagar en la anormalidad: la psicopatía, la marginalidad, el crimen por encargo, que es a la vez psicopático y profesional y está ligado al tráfico de drogas, mujeres o armas, y al mundo de las apuestas.

  La serie de la BBC, basada en las historias de Jude Tindall, fue definida como un spin-off de los libros de G. K. Chesterton, cuyo padre Brown se sumó a la saga de detectives excéntricos, que son los que constituyen lo "anormal" en la normalidad  (Holmes con su gorra casual y cocainómano, Poirot con su exagerada elegancia y su maníaca pulcritud). No me pregunte qué significa spin-off.

  Chesterton eligió una cura católico en un país cuya mayoría es anglicana, es decir, que no le otorga la máxima autoridad religiosa al Papa sino al rey o la reina. Fue con esto, tal vez, anti monárquico, o quizá era él mismo extravagante. La hermana Boniface aparece en uno de sus relatos, y Jude Tindall no puede menos que rendir tributo a Chesterton, de modo que el padre Brown contribuye a una de las investigaciones de la hermana. También -hay que decirlo- se menciona a Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, pero la gente del pueblo imaginario de Great Slaughter (Gran Matanza) ignora quién es. Se trata de un pueblo rural, y el detective de Doyle actuaba en la lejana Londres. Estamos en la década de los 60, pero un pueblo inglés es siempre un pueblo inglés.

  Quizá la hermana Boniface es uno de los detectives más excéntricos creados por el policial en todos los tiempos. Supera a miss Marple, la tranquila anciana pueblerina y detective aficionada imaginada por Agatha Christie.

  La hermana es una monja graduada en química y criminalística (mucho, aun para la revolucionaria década de los 60), tiene un laboratorio en un convento, el imaginario convento de San Vicente en el pueblo de la Gran Matanza. Es bastante para un pueblo de unos cientos de habitantes. La monja anda en una motoneta Vespa con sidecar y siempre colabora con los detectives Sam Gillespie y Félix Livingstone, a quienes se suma la agente Peggy Button, y no pocas veces los ayuda o entorpece la reportera Ruth Penny, de The Albion Bugle (La Corneta de Albión)

  Aun cuando en la Gran Matanza puede pasar de todo, los habitantes son tan pocos y tan tradicionales -la más británica entre ellas, la casera que alquila habitaciones a Gillespie y Livingstone- que es imposible que todos sean asesinos. Más que nada porque, si así fuera, en poco tiempo el pueblo terminaría auto-extinguiéndose. Así que muchos crímenes suceden a raíz de visitas del exterior, como la de un representante del "pueblo hermanado" de Alemania -el capítulo es una gran ironía sobre la guerra y la posguerra, "lo alemán" y "lo inglés"-, o una chef displicente y ególatra, o la actuación de un grupo de rock parecido a Los Beatles. 

  Toda la prensa europea trató con alguna simpatía el comienzo de la serie, sin dejar de señalar que se trata de un "policial liviano". Como si el fin de todos ellos no fuera alivianarnos de la posibilidad siniestra de que cualquiera puede ser un asesino, y, más modernamente, de que el crimen paga, y a veces mucho.

  Las locaciones de la primera temporada fueron pueblos de distintos condados ingleses, como Coswold, Rugby y Chipping Norton.

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Film & Arts/Flow


domingo, 20 de noviembre de 2022

"El encargado": Un portero de alma

 

El costumbrismo cercano al grotesco es una línea casi constante en el cine y la televisión argentinos desde la década de los 70. "El encargado", de Mariano Cohn y Gastón Duprat, no hace esfuerzos para salir del modelo, al contrario, lo profundiza hasta que parece natural. Es como si dijera: al fin y al cabo somos un país que se regocija en sus hábitos, oportunista, malicioso, comprador y verbalmente violento.

  Ya saben que "El encargado" suscitó recelo y suspicacias del sindicato de los porteros de Buenos Aires, al punto de que la grabación de la serie en un edificio del barrio de Belgrano (de estilo "brutalista", según lo define una vecina, arquitecta, en la ficción) coincidió con la visita de inspectores sindicales, a pretexto de comprobar que el trabajo del encargado verdadero estuviese en regla. Luego, provocó una protesta formal. Me parece que además del argumento "esto es una ficción" se debería apelar a otro para responder a la inquietud sindical: lo que hace el personaje de Guillermo Francella en la serie no es más que la defensa de su puesto de trabajo. Cualquier encargado sabe que las gestiones sindicales no pueden impedir un despido en toda la regla. Y el portero Eliseo no quiere que lo despidan. No lo tienta retirarse, incluso con un enorme monto indemnizatorio que contempla treinta años de trabajo. Sólo quiere seguir siendo el portero de ese edificio en el que transcurrió gran parte de su vida.

  La cuestión del despido viene aparejada con la de construir una pileta de natación en la terraza del edificio, proyecto de una burguesía de mediana a alta que continúa en el ensueño de la "movilidad social". Para hacer la obra, se necesita demoler la casa del encargado, ubicada precisamente en la terraza. Esto da lugar a la idea de prescindir del encargado mismo -"la figura del encargado", dice eufemísticamente el líder del proyecto- y reemplazarlo por una empresa de limpieza. "Es el futuro", es la modernización, se regocijan los principales partidarios de la obra natatoria y del despido. Hay un problema, sin embargo: todo debe ser aprobado por mayoría en una asamblea de propietarios. He aquí, entonces, una ventana que se le abre a Eliseo: en esa especie de período preelectoral usará todo tipo de recursos, desde la seducción y el servilismo hasta el chantaje, para ganarse los votos de la mayoría. Su principal oponente es el turbio abogado penalista Matías Zambrano, presidente de Consejo de propietarios. Ante la probable paridad de votos, Eliseo acude incluso al sabotaje. Y no tiene remordimientos en culpar a un proveedor de servicios del que, hasta ese momento, recibía coimas. No todos los encargados están representados aquí, pero que los hay coimeros y manipuladores, el sindicato lo sabe.

  Dos de las rutinas divertidas de la serie son los encuentros de Eliseo con el portero del edificio de al lado, con el que -apoyados ambos en un pilar- juegan a adivinar la ocupación y las circunstancias de las personas que pasan por la vereda de enfrente, y las charlas nocturnas de Eliseo con el guardia de seguridad que habita en un tótem (así los llaman), es decir, una pantalla, en el edificio de enfrente.

  Hay una lección, por así llamarla: el buen argentino debe saber que gana el que mejor sostiene su máscara. Hasta el final y ante cualquier provocación.

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Star+


martes, 18 de octubre de 2022

"Bosch": Los cotidianos infiernos de la ciudad de los ángeles

 




 

Hay mucha ficción policial identificada con ciudades, escenarios que son co-protagonistas de la historia. Andrea Camilleri relacionó a su detective, el comisario Montalbano, con ciudades de la costa siciliana, y, en homenaje al escritor, Porto Empedocle, su paese, fue rebautizado Porto Empedocle Vigata. El segundo nombre es el de la ciudad de ficción de Montalbano. Para no quedarse atrás, Maurizio Di Giovanni situó a los bastardos de Pizzofalcone, encabezados por el inspector Giuseppe Loiacono, en Nápoles; cuando sus novelas se convirtieron en serie, exigió a la cámara recorrer interiores y mostrar exteriores de la antigua ciudad de manera permanente. Los anglosajones no parecen tan identificados con las ciudades de sus detectives de ficción, pero no se puede negar que las historias de Sherlock Holmes, pensadas por el sir Arthur Conan Doyle, solo pueden suceder en Londres. Y que los polos irradiantes de la novela negra estadounidense fueron fijados en San Francisco y Los Ángeles, respectivamente por Dashiell Hammett y Raymond Chandler.

  El escritor Michael Joseph Connelly (Filadelfía, 1956) decidió disputarle a Chandler el amor por la ciudad más poblada de California. Era un arduo desafío. Los Ángeles es el escenario de novelas mitológicas como "El largo adiós". Conelly es uno de los productores y el supervisor del guión de sus novelas llevadas a serie televisiva desde 2015 a 2021 (siete temporadas, por ahora) y a él pertenece -o él aceptó- en primer lugar una visión cósmica de esa ciudad fabulosa, cruzada de autopistas, mezcla de todo tipo de viviendas residenciales con calles sórdidas, bajo un imponente horizonte de rascacielos. Su detective, Hyeronimus Bosch, familiarmente llamado Harry, tiene por empezar un nombre que evoca el infierno microscópico de acciones simultáneas del pintor renacentista de los Países Bajos, conocido en español como el Bosco. Así que puede decirse que no es casualidad que su casa sea un gran balcón sobre un abismo. Sostenida por parantes de hierro en una ladera, desde su terraza Bosch verá cada noche titilar un mar de luces, así como Dante Alighieri vio aquella multitud de mínimas llamas en el fondo de un barranco del Octavo Círculo, de modo tal que pudo relacionar esa visión infernal con un valle vespertino sembrado de luciérnagas, contemplado por un labrador desde, precisamente, la falda de una colina de la Toscana.

  La serie "Bosch" tiene algunos de los lugares comunes del policial moderno, tanto estadounidense cuanto europeo: el protagonista está divorciado, en este caso de una ex agente del FBI, actualmente jugadora profesional de cartas en los casinos de Las Vegas, y convive con una hija adolescente, Maddie. Pero un guión inteligente concibió a la hija dotada de tanto amor por el padre cuanto de espíritu crítico. De manera que se torna esencial en las noches solitarias de Bosch, como las luces de la ciudad y el jazz que surge de viejos vinilos. Bosch es un policía de los noventa: algo retro. Y poco galán. Con canas en las sienes y parla corta. Suele transgredir los protocolos policiales y esto le ha costado algún juicio pero es legendario en la policía de Los Ángeles por su increíble foja de servicios, el gran número de casos que lleva resueltos. Hay uno sin embargo que no ha logrado esclarecer en años: el asesinato de su madre, una prostituta, en un hotel frecuentado por personajes prominentes. Una oscuridad en el pasado es también un lugar común entre los detectives de ficción modernos, sobre todo los europeos (excepto los italianos, en general).

  Harry Bosch no es solo la melancólica sombra de un hombre que vive en un infierno de crímenes. Hay política, y la política lo envuelve en un sistema en el que los fiscales son elegidos por sufragio y un comandante de la policía -como el jefe Irving- puede aspirar a convertirse en alcalde, por lo que deberá tapar o ventilar algunas cuestiones. La política también se refleja en las complicadas relaciones entre las tres grandes comunidades de Los Ángeles: la de los blancos anglosajones, los negros y los llamados latinos, es decir, mestizos o hispanos de México y otros países de América Central y del Sur. A su vez los negros provienen de Centroamérica -haitianos que hablan creole y jamaiquinos- o son descendientes de los esclavos del sur del país. Las comunidades están tocadas por el delito y los prejuicios. La política pesca votos en esa masa multiétnica y tendremos un alcalde y una alcaldesa latinos que buscan atraer al jefe Irving, que es negro, o lo enfrentan en su carrera al Ayuntamiento.

  El detective tendrá enfrente a una madura, fina y ambiciosa abogada que será su acusadora al principio. El novelista la ha apellidado justamente Chandler, y su sobrenombre es Money (dinero). Se convertirá en aliada de Bosch más adelante, y eso le costará un tiempo en terapia intensiva. Otros personajes -la teniente lesbiana Billets y el elegante J. Edgar, compañero de Bosch- sobrellevan sus propios conflictos. De esta manera, una buena cantidad de hilos narrativos se mezclan sin confundirse.

  "Bosch" tiene el mérito de crear un detective en el que se hacen visibles el cansancio, la íntima desazón, el dolor, sin que todo eso se convierta en un drama abrumador. Ni conduzca al alcoholismo. Todos hemos conocido gente como Bosch. Y ese es el motivo de que al principio la serie nos parezca gris, pese al mar de luces bajo las ventanas de una casa que desafía los terremotos en California.

  Escenas de la serie fueron filmadas en el edificio real de la comisaría del barrio de Hollywood y muchos de los extras son policías de la repartición. Dos veteranos de ficción, conocidos como el Gordo y el Flaco, jugarán allí las notas humorísticas. Sin exceso, como todo en esta historia.

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sábado, 24 de septiembre de 2022

"Professor T": Cada cosa en su lugar, sobre todo los crímenes



Cuando se anunció que TNT estrenaría acá la versión inglesa de "Professor T" (2021), la crítica rápidamente recordó los casos de detectives clásicos neuróticos, empezando por Sherlock Holmes, quien era un adicto depresivo, etc. (los detectives yanquis en general son alcohólicos). Sin embargo, los detectives con fuertes rasgos de trastornos mentales serios son más modernos. Mayormente padecen alguna forma de autismo. Hay dos series vigentes en los servicios de streaming que pueden servir de ejemplos: la finlandesa Sorjonen (2016-2020) y la franco-belga Astrid et Raphaëlle (2019). La versión original de "Professor T" es belga (2015-2018) y tiene versiones en distintos países, todas escritas por su guionista y padre tutor, Paul Piedfort. La versión inglesa calza como un guante en la figura del actor Ben Miller. De lejos, Jasper Tempest es simplemente un atildado conservador (culturalmente hablando), pero de cerca es un maníaco obsesivo que no sale a la calle sin traje con chaleco y guantes de látex. Cuando entra a su oficina de profesor de criminología de la Universidad de Cambridge ordena sobre su escritorio -o ya encuentra ordenadas, pero siempre hay un detalle para un obseso- sus colecciones de casquillos de bala, muestras de sangre y otras menudencias forenses, hasta que todo parece que no fue tocado jamás por mano humana, sino dispuesto para la eternidad por un dios amante de la simetría.
  
  La mente del profesor, obsesiva en la vida corriente, salta y caza sin embargo en territorios inesperados, desde el punto de vista de un ser "normal". Tempest practica con sus alumnos el diálogo socrático para adiéstralos en el salto sin garrocha a través de los datos que proporcionan los hechos criminales. Sólo un maniaco del orden puede arriesgarse con absoluta seguridad en exploraciones mentales que para los mortales son tan audaces. El caos desafía su mente, la falta de una lógica orientadora es intolerable para Tempest, como la suciedad y la trasgresión de un orden regular e inmutable. Los obsesivos son por esto grandes metafísicos y grandes pensadores. La luz y necesidad de una razón final los guía.

  Como gran parte de los obsesivos compulsivos, Tempest no mide sus palabras; es también inesperado en la conversación ordinaria, pero apenas consciente de la falta de simpatía que trasmite y, a veces, de su brutalidad en las respuestas personales: aplica en la vida el máximo rigor de juicio, sin parar en mientes, porque es el primero que se castiga cuando comete un error. Le dicen que ha tenido en parte razón y él responde: "Tener en parte razón es para mí un fracaso imperdonable".
  
  Habida cuenta de su genio, sus métodos de enseñanza son suavemente cuestionados por su superior universitario, tan atildado, por otra parte, y tradicionalmente inglés como él. El colmo ha sido que dejara a sus alumnos en el paraninfo de la Universidad, durante toda la hora de clase, con la consigna de no desviar la mirada de un pez en una pecera. Podría haber alegado únicamente que fue un recurso para salir del aula y ocuparse en una actividad paralela: la de asesor policial. A ese punto lo ha llevado una ex alumna, la policía Lisa Donckers, después de que reaparece un violador serial en los claustros, durante la celebración de la fiesta de máscaras y fuegos artificiales de la noche de brujas.
 
  La contraparte de la vida inmaculada de Tempest es su propia madre, una extravagante y adinerada pintora que no logra vender sus cuadros, cuyo leit motiv es su pequeño perro de ojos saltones. Madre e hijo han decidido volver a la vieja y abandonada mansión familiar, y desde ese momento el caos acecha al profesor desde el ala de la casa que ocupa su madre.

  Ben Miller ha hecho un papel similar en las dos primeras temporadas de la serie "Death in Paradise", estrenada en 2011 y a esta altura un clásico que continúa todos los años en el Reino Unido, con un promedio de ocho millones de espectadores. Allí era un investigador enviado a una colonia sucesivamente francesa y británica en el Caribe, la ficticia Isla de Saint-Marie (en la realidad, Isla Guadalupe). El extravagante en aquel escenario era él, con traje y portafolio bajo el sol tropical, conviviendo con el sudor y una simpática lagartija verde aquerenciada en su cabaña.

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TNT/Flow


jueves, 15 de septiembre de 2022

"Good Omens": El fin del mundo está al caer

 

"Good Omens" (2019) provee seis capítulos de muy buen humor relacionado con el Armagedón, esto es, el fin del mundo, ya que casi toda la humanidad será borrada de la tierra durante el gran combate del Cielo y el Infierno. El humor irónico que preside la serie es el inglés, de vieja estirpe. El relato se basa en la novela "Good Omens: The Nice and Accurate Prophecies of Agnes Nutter, Witch" (1990), que viene a ser: "Buenos presagios: las agradables y precisas profecías de Agnes Nutter, bruja", de Neil Gaiman y Terry Pratchett. Gaiman ha escrito asimismo el libro para la serie, que iba a ser, hace mucho, una película. Gran parte del éxito que tuvo la serie en Europa se basa en el profesionalismo de dos actores curtidos en teatro: Michael Sheen y David Tennant, que intepretaron en sus profusas carreras desde personajes de Shakespeare y Chejov, incluido Hamlet, hasta los de Bertolt Brecht. Tennant fue asimismo el Doctor Who más duradero de la recuperada serie de los años 50, una reliquia a la que ingleses jóvenes y maduros, como asimismo espectadores de otros puntos del vasto planeta, guardan en sus corazones.

"Good Omens", coproducida por la British Broadcasting Corporation (BBC) y la estadounidense Amazon Prime Video, se trata en verdad de los personajes que ellos interpretan: el ángel Azirafel, encargado de custodiar el árbol del pecado en el Edén con una espada flamígera, la cual, por caridad, la entrega a Adán y Eva cuando son expulsados al horrible desierto, y Crowley, el demonio serpiente que tentó a Eva, quien a su vez indujo al pecado a su compañero, Adán. Azirafel y Crowley habitan el mundo humano desde entonces, esto es varios miles de años, y cada uno de ellos ha desarrollado cierto gusto por lo que la humanidad puede ofrecer: el ángel es adicto al sushi y las buenas lecturas; la serpiente, un poco playboy, tiene otros gustos, que incluyen el whisky y los viejos autos Bentley. Un presagio, inscrito tanto en la Biblia cuanto en el libro de las profecías de una bruja muy exacta, Agnes Nutter, la Chiflada, los une, porque el Armagedón, el combate final aludido por los profetas y por el libro del Apocalipsis, es inminente. Solo que con algunos sobresaltos. Para el fatal encuentro se entrena el ángel Gabriel en ropa de jogging. Es, además, el encargado de supervisar a Azirafel en la tierra. Ni él ni los demonios quieren que el gran espectáculo se suspenda. Pero Azirafel y Crowley no sienten necesidad alguna de suprimir en la faz del mundo una humanidad pecadora y miserable, pero también creadora de una civilización que les resulta muy agradable. Azirafel deberá reportarse ante el Cielo, cuya sede, a los efectos prácticos, está situada en un edificio vidriado desde el que se ve, como quien no quiere la cosa, un paisaje urbano que parece el de París. Crowley responde ante Belcebú, la demonio en torno a cuyo rostro revolotean las moscas, quien de continuo envía a dos diablos repugnantes, Hastur y Ligur, a acosarlo.

Hay un problema de base para los planes trazados acaso por el Creador: el Anticristo fue llevado a un convento al nacer, y allí debía ser cambiado por otro bebé, hijo recién nacido de una figura económica y políticamente prominente. Sucede que el mismo día da a luz en el convento una pareja muy corriente, y las equivocaciones de las monjas llevan a que el Anticristo sea canjeado por el bebé del humilde matrimonio, que le da una crianza distinta a la que se esperaba. Cuando llega el día del decimoprimer cumpleaños del Anticristo, fijado para que estalle el Armagedón, ocurren otras cosas imprevistas.

Una serie de personajes laterales influyen en los acontecimientos: Anatema Device, descendiente de Nutter, la Chiflada, y heredera de sus profecías, se cruza en su camino con Newton Pulsifer, vástago lejano de No Cometerás Adulterio Pulsifer, un cazador de brujas legendario que precisamente llevó a Agnes a la hoguera. Intervienen más personajes, entre ellos "el último cazador de brujas", Mr. Shadwell, enamorado de una psíquica, Madame Tracy. Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis han sido ya reclutados, son motoqueros que encarnan la Guerra, el Hambre, la Muerte y la Polución (que reemplaza a la Peste, porque incluso los mitos deben adaptarse a los tiempos). Benedict Cumberbatch  hará una breve irrupción como Satán, pero está irreconocible, como corresponde.

¿Se detendrá el Armagedón, que ansían tanto los demonios cuanto los ángeles, cual equipos de fútbol dispuestos a masacrarse por la victoria? ¿Y cómo se librarán Azirafel y Crowley del castigo, en caso de que el match de fondo fracase? Todo será respondido en el sexto día. O sea, el último capítulo de la serie.

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