miércoles, 16 de septiembre de 2020

"Símbolos", segunda temporada: Aquí pasa algo raro

 


Decíamos ayer: una serie conspira contra sí misma en el mar del streaming si deja una temporada colgada del pincel. En "Símbolos" (2018-2020) la primera temporada finalizaba en medio de la mayor confusión y con dos personajes al borde de la muerte. Esto no impedía ver que se trataba de un auténtico polish noir, un thriller con esa carga particular que Polonia viene poniendo al género. Un comisario con conflictos personales -como casi todos sus colegas últimamente-, rodeado de personajes siniestros, pequeños seres, algunos, que finalmente parecen trasmitirle su animalidad, en un clima cada vez más denso de locura y superstición, configuran una pesadilla a la luz de la montaña y los bosques en los Sudetes. Decíamos también que además de asesinatos había allí otra trama, la de un secreto histórico enterrado por el Tercer Reich en una mina que -nunca sabremos bien cómo- al parecer se conecta con diversos túneles de la imaginaria ciudad de Sowie Doły. Bien. Preparaos, porque esa segunda trama va trenzándose con la principal en esta segunda temporada.

  Demás estaría aclarar que los dos personajes en vías de morir no mueren, y ambos -de distinto modo y con distintos objetivos- exagerarán las secuelas de las circunstancias en que ambos parecía que iban a morir. No es la única mentira. Ni el único ocultamiento. El comisario, la hija del comisario, el alcalde, la hija del alcalde, el candidato a alcalde, los que apoyan al candidato a alcalde, un solitario montañés que fue empleado de la mina, el nuevo cura -el anterior murió en el primer capítulo de la primera temporada-, un falso místico sanador, etc.: todos juegan cartas secretas. De algunos sabemos bien cuáles son, de otros no. Lo importante es que a cierta altura de la segunda temporada muchas personas deambulan por los bosques y algunas aparecen muertas, o parece que aparecerán muertas, o nunca aparecen, o aparecerán pareciendo vivas, etc. Más importante todavía es la lograda atmósfera de delirio y maldad en que el pueblo va cayendo, casi a la misma velocidad que en la abyección. 

  A cierta altura también, el secreto nazi de los montes se insinúa como un experimento que todavía influye en el presente, físicamente hablando. Y de esta guisa, la serie ya no es solo un thriller, sino también una historia fantástica, de ciencia-ficción, política-ficción y terror. Es el mal liberado e invisible el que impregna casi todo, el escenario incluido. De manera que podríamos decir, exagerando ligeramente, que uno llega a respirar el aire malsano de ese paisaje y pueblo de postal. Es lo mejor del relato. Esta vez la temporada no queda colgada del pincel. O tal vez sí, porque ese es el estado natural en que viven las cosas. Vaya a saber.


1 comentario:

Mónica Ortelli dijo...

Me pareció tan incoherente el primer capítulo que abandoné sin terminarlo. Ahora leo esto y quizás lo intente de nuevo. Quizás, eh.