"El alienista" (2018-2020) es una serie escabrosa, no recomendable para quien tenga estómago delicado. Las crudas imágenes de niños asesinados y mutilados brutalmente se repetirán desde el primero al último capítulo de la primera temporada. Se trata de una precursora investigación de asesinatos en serie, realizados -como casi todos ellos- por un enfermo mental. ¿O debiéramos decir sexual? El que era al parecer el único antecedente hasta el momento de este tipo de crímenes será citado más de una vez en la serie. Nos referimos al caso de Jack, el Destripador, cuya barbarie asoló el barrio prostibulario de Whitechapel en Londres, en 1888.
Si "Mindhunter" proponía que la investigación psicológica de los asesinos seriales comenzó promediado el siglo XX, "El alienista" sugiere que nació a fines del XIX, en una Nueva York que ya tenía trazos de la actual, aunque todavía los policías vestían como los bobbies ingleses y los hombres de la alta burguesía cultivaban un estilo medio dandy, con chalecos de seda estampados y corbatas con alfileres de oro y piedra. Precisamente el torturado doctor Laszlo Kreizler y su socio, el ilustrador de periódicos John Moore, son de la alta sociedad neoyorkina. El sujeto de sus investigaciones caza en los bajo fondos sin embargo, y más precisamente en los burdeles de prostitutos, esto es niños disfrazados de niñas, sugerentes transexuales primitivos por necesidad. Esos ámbitos o instituciones crean un lazo sensual y sórdido entre la sociedad pudiente y los pobres de toda pobreza. El asesino ha elegido a sus nocturnas criaturas como víctimas.
El dato curioso es la introducción de un personaje histórico: el polémico presidente Theodore Roosevelt, afamado como imperialista exuberante, explorador y aventurero, pero quien fue antes que eso un reformista feroz, un burgués progresista, por decirlo de algún modo. En esa época, 1896, acababa de volver de sus aventuras como ganadero en el Oeste y era comisionado de la policía en la ciudad de Nueva York, donde libraba una épica lucha contra la corrupción. Durante sus presidencias, la primera de las cuales comenzó cinco años después de esta supuesta historia, enfrentó a los monopolios y a la banca, representada por JP Morgan, quien también es personaje de la serie que nos ocupa, grandioso coleccionista de arte y un factor social relevante, interesado en preservar la paz para los negocios en la ciudad que, según las palabras que los guionistas ponen en su boca, será la más poderosa del siglo que está por comenzar. Roosevelt, que ha contratado a la primera empleada de un departamento de policía en los Estados Unidos, Sara Howard, da pienso a Kreizler y Moore, quienes fueron sus condiscípulos en Harvard, pero sólo les permite actuar por izquierda, fuera de las dependencias de la Policía, y les adjunta dos investigadores, detectives y médicos forenses, de origen judío. Sara también se suma al equipo.
Todo comienza con un chico de ascendencia italiana que aparece muerto, apenas cubierto con un vestido blanco de niña y horriblemente desmembrado en lo alto del puente de Williamsburg, en construcción ese año. Moore es arrancado de un prostíbulo para retratarlo, por pedido de su amigo, el alienista. La experiencia lo dejará mal para toda la vida. El que quizá haya sido el primer equipo de medicina y psicología forenses nace esa noche.
Y será Roosevelt quien dará un dato clave cuando la pesquisa se encuentre ya avanzada: una de las mutilaciones que el asesino serial inflige a sus víctimas es el seccionamiento del cuero cabelludo y de los genitales. El futuro presidente ha visto ese tipo de mutilaciones no solo entre las que practicaban los indios, sino también los soldados, como revancha tal vez. La increíble y macabra historia de la conquista aparece entonces tras los crímenes. No era solo la tapa de la cabeza lo que indios y blancos rebanaban en el oeste. Las mutilaciones eran muchas, tenían un sentido ritual, religioso, y el asesino parece imitarlas como quien toca una música pero no escucha los sonidos. Los asesinatos -uno de cuyos despojos aparece al pie de la reciente Estatua de la Libertad- se convierten en una horrible parodia de una parte decisiva de la historia estadounidense.
Lo dicho corresponde a la primera de las dos temporadas de "El alienista". La segunda no la tenemos aquí en Netflix.
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