sábado, 22 de enero de 2022

"Comisario Montalbano": Su último saludo en el escenario

 


"Comisario Montalbano" llegó a su final. Iniciada en 1999, basada en las novelas de Andrea Camilleri, ha sido  tal vez la serie policial más popular en Italia. El último capítulo, como los dos de la temporada de 2020, fue dirigido por el propio Luca Zingaretti, interprete del rapado y explosivo comisario, ya que en 2019, año de la muerte de Camilleri, murió también Alberto Sironi, quien dirigió las trece temporadas anteriores. El comisario meridional se despide de la pantalla, pero en la ficción su vida seguirá de otra manera en algunos sentidos e inmutable en otros: la intención declarada ha sido que en este episodio, único de la temporada 2021, de casi dos horas, los supuestos en que se basaba la vida  de Montalbano se sacudieran. Uno de ellos cambiará decisivamente. La presencia de una nueva jefa del equipo de policía forense, la dottoressa Antonia Nicoletti, decide este punto. Hay que decir, de paso, que entre los cambios ocurridos en la policía de la imaginaria ciudad de Vigata se cuenta la muerte del dottore Pasquano, el obeso e irascible médico forense, campeón en el consumo de los irresistibles cartuchos de crema y frutas sicilianos llamados cannoli. El actor Marcello Perracchio, que interpretaba a Pascuano, murió en 2017. Il dottore había sido reemplazado, debido a sus ausencias, por la dottoressa Barresi. Finalmente se informará que ha fallecido y tendrá un solemne funeral oficial. Pero la plana mayor de la comisaría lo despide, en la intimidad, alzando como copas los cannoli.

Ahora bien: lo que principalmente se conmueve en el último capítulo de la serie es el carácter del comisario. Explosivo, sí, pero controlado y completamente concentrado en su trabajo, intuitivo como los buenos detectives, con amplio desarrollo del llamado pensamiento lateral, Montalbano perderá el control a causa de la joven dottoressa. Y deberá decidir sobre la continuidad de la antigua y cómoda relación con Livia, su eterna novia, que vive en Génova y cuyas visitas eran tan esperadas por el comisario en los primeros capítulos. Otro de los supuestos que hacen a su rutina -que es su eternidad- lo constituye la decisión de no abandonar Vigata, pero esta vez juega esa carta, y con ella su casita con terraza a la playa, sus clásicas entradas a la comisaria, su amor por esa tierra y sus gentes, e incluso, y quizá sobre todo, el restaurante en el que almuerza todos los días, Enzo a Mare. Allí donde más de una vez ha debido hacer catequesis de lo más sagrado de su credo: cuando se come, no se habla. 

A pesar del torbellino en que se convierte su espíritu afincado, Montalbano logra resolver el caso en el que un muerto aparece en dos lugares distintos. O así parece al principio. En El método Catalanotti (tal el título del episodio), el primer muerto es descubierto por el subjefe de la brigada, el mujeriego Mimì Augello, quien huye por los balcones debido al regreso inesperado del marido de su amante. Mimì entra en un departamento de la segunda planta de la casa y toca, más que ve, un hombre muerto sobre la cama, con su traje puesto. En el puño, Augello lleva manchas de sangre cuando corre en la madrugada a ver a Montalbano. El segundo -o el mismo muerto- aparece a plena luz, vestido con su traje y con un cuchillo clavado en el pecho. Se trata de un director y productor de teatro cuyo método cruel de selección de actores da título al episodio. En esas circunstancias, el muerto  descubierto por Mimì ha desaparecido. Una casualidad y un golpe de intuición revelarán a Montalbano el secreto de los dos crímenes: uno real, y el otro tal vez aparente. Actores de teatro y escenarios amateurs crean en este capítulo final, como lo han hecho en otros, un clima pirandelliano. Como en las obras de Pirandello, prócer literario de Sicilia, a quien Camilleri admiraba, realidad y apariencia juegan su juego. O, quizá mejor dicho, realidad y artificio.

Montalbano se despide a toda orquesta. Esta es una de sus mejores aventuras. Y también el juicio final a su rutina, la prueba para su capacidad de cambio. Deja una huella acaso tan profunda como la de sus ilustres antecesores en la dilucidación de misterios. No bajo la lluvia de Londres o el arcano encanto de París, sino bajo el más brillante de los soles de Italia. No será el Sherlock italiano, sino él mismo: Salvo Montalbano, con su corte de personajes que incluyen al torpe y fidelísimo Agatino Catarella -por el que pasa en gran parte el humor y el costumbrismo-, al metódico Giuseppe Fazio y al casanova Mimì Augello. Revisar -ya cerrada- la saga de Montalbano es una delicia que recuerda el viejo relato de crímenes -los trucos y los ocultamientos, los movimientos furtivos, las situaciones extrañas- y roza, a veces, los nuevos delitos. En uno de los más emotivos episodios finales, el negocio del transporte de refugiados del Medio Oriente ocupa parte de la historia, y recuerda las sombras que desde siempre recorrieron el deslumbrante Mediterráneo.

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Nota: el título de esta nota cita el de uno de los 56 relatos cortos de Conan Doyle protagonizados por su personaje Sherlock Holmes.

Europa Europa/Flow


1 comentario:

Unknown dijo...

¡Querido Comisa'! Te extrañaremos piu molto!
David Zadu