martes, 4 de enero de 2022

"Gente ansiosa": Un nuevo -y gracioso- misterio de cuarto cerrado


Fredrik Backman es un autor popular en Suecia, y algo menos en los otros países nórdicos y en el resto de Europa. Por "popular" entiéndase, según manda el nuevo código, muy leído, vendido o mencionado. Su estilo humorístico y piadoso ha sido bien transcrito, al parecer, en la miniserie "Gente ansiosa" (2021), basada en la novela del mismo título. Se trata de lo que Netflix llama "miniserie" sin que se sepa bien cuáles series entran y cuáles no en esa categoría, porque series de una temporada y seis a ocho capítulos hay muchas, incluso de cuatro, y no son llamadas miniseries. Esta es contundente: está muy bien narrada, con un barniz gracioso que no cede al grotesco ni requiere del gag, en seis capítulos de media hora. Le alcanza para  romper la dramática oscuridad del nordic noir. Porque se trata de un policial, sí. Ambientado en una ciudad chica, como casi todos los policiales nórdicos, protagonizados o co-protagonizados, asimismo, por gente común. Casi siempre los pueblerinos guardan secretos sórdidos. No es este el caso. Los secretos pueden tener algo dramático pero tienden a generar cristiana comprensión.

Es casi una fábula de Navidad, puesto que transcurre entre el penúltimo día del año y los primeros de enero, apenas pasados las cenas y festejos, y entraña un mensaje de fe. Las calles antiguas y amables de la pequeña ciudad sueca (son las de Södertälje, en el condado de Estocolmo) tienen guirnaldas, las vidrieras lucen adornos navideños. Y dos policías, padre e hijo, que componen dos tercios de la dotación policial de la comisaría, deberán desentrañar un misterio insondable, originado en un torpe y fracasado asalto a la sucursal de un banco, la cual exhibe un cartel en el que anuncia que es una de las filiales bancarias en el norte de Europa que no manejan efectivo. El ladrón enmascarado intenta cometer el robo frente a las narices de los propios policías, quienes están parados ante la vidriera del banco, pero demasiado sumidos en una discusión familiar como para reparar en la escena detrás del vidrio. Son avisados por la peluquera que, incansable, persigue al policía hijo para terminar un corte de pelo interrumpido, situación que mantiene al muchacho en un aspecto bastante ridículo, con largos mechones a cada lado de la cabeza. Pero en tanto el ladrón ha escapado. Y solo atina a refugiarse en una casa que ofrece un departamento en venta, visitado por el público en ese momento. El ladrón entra y toma ocho rehenes. Entre ellos, uno disfrazado de conejo. O mejor dicho: los visitantes se dan por capturados, luego de que el ladrón los apunta y se encierra en el vestíbulo a contemplar largamente su arma.

El caso es que, liberados los rehenes tras curiosos e incluso cómicos incidentes, el ladrón desaparece. No está entre los liberados, que son identificados como vecinos de la ciudad. Y ni siquiera ellos saben cómo desapareció. Eso es lo que dicen, y lo que siembra las sospechas en el policía joven.

El frustrado asalto al banco y la situación inmobiliaria se relacionan íntimamente en la historia. Sin revelar el final, ni mucho menos, se puede decir que todo se origina en las crisis económicas mundiales de este siglo, principalmente la de 2008, que ha generado tantas necesidades como picardías para sobrevivir, incluso en Suecia, un país admirado hasta hoy por su sistema económico. La solución será aleccionadora. Como en una fábula. En este caso, una fábula policial que Netflix no termina de clasificar. Aquí dejamos una sugerencia: es un light nordic noir.



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