jueves, 30 de diciembre de 2021

"We Hunt Together": Negros, blancas y neón

 


"We Hunt Together" (Cazamos juntos) (2020) consta de seis episodios, como las mejores policiales inglesas, pero no es de las mejores. Aclaro de entrada que el personaje de Frederika (Freddy), una joven que trabaja en una pequeña compañía de sexo telefónico y juega a eterna Lolita, capaz de seducir con su encanto peor que una sirena, me cayó y me cae insufriblemente antipática, al punto que casi dejo la serie en el segundo capítulo. Creo que nadie en su sano juicio puede sentir más que un vivo rechazo por el narcicismo que despliega el personaje. No sé si esto es bueno para la ficción. El odio por el malo forma parte del juego en toda película de acción, pero aquí pareciera que no hay transición entre la vida y el relato: uno no puede estar más de diez minutos frente a una narcisista aguda ni en la realidad ni ante una imagen en la pantalla. Digo "uno": es lo que me sucede personalmente.

Fuera de eso, no se trata -para el espectador- de adivinar quién es el asesino: desde el comienzo, sabemos quiénes son, algo no del todo original, pero que funciona en la medida en que la investigación es el tema, muy por debajo, claro, de la patología de Freddy, que impregna rápidamente la escena como un tanque australiano desbordado. La simetría de la pareja de criminales -blanca y negro- con la de los investigadores -negro y blanca- pasa: el hiperprotagonismo de Freddy la deja también en segundo plano. El enfermizamente seducido Baba es un inmigrante que ha sido niño soldado en el Congo, a quien Freddy conoce casualmente en el cabaret en el que Baba trabaja. Los policías son Jackson Mendy, descendiente de africanos, de un imbatible buen humor, que a veces deja entrever un volcán debajo, y la sargento Lola Franks, de un imbatible malhumor, que a veces deja entrever un lago de melancolía debajo. No se llevan bien, como es de prever (esto sucede en casi todos los policiales), pero logran conectar en muchas oportunidades hasta ser convenientemente funcionales a su trabajo.

Si el acicate al espectador debería ser una supuesta ambigüedad de sentimientos -Freddy es tan encantadora como perversa- en mi caso no anduvo. Una cosa es perversión y otra jactancia y narcicismo a toda vela. A los tirones vi los seis capítulos. El final no puede contarse, pero más que sugerir parece un "disculpen, se me hizo tarde" de la producción. Lo mejor es una Londres mostrada casi siempre bajo los carteles de neón y otras luces artificiales.

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Flow


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