lunes, 20 de diciembre de 2021

"The Witcher": Poder, monstruos y brujerías


Para los amantes del medioevo y de los juegos digitales derivados de "Calabozos y dragones" la serie "The Witcher" (2019-2020), inspirada en las novelas del polaco Andrzej Sapkowski, será una gran serie. Ocurre en un ambiente medieval indefinido, congelado entre la Alta y la Baja Edad Media, en una gran porción de la Tierra llamada "el Continente", en la que los reinos del Norte  y del Oeste enfrentan la amenaza expansionista de un reino implacable y racista (no menos que sus enemigos), que circunstancialmente se une con los elfos, considerados una raza inferior, sin alma, como los comanches o los judíos. Saque el lector sus conclusiones, establezca sus comparaciones.

 El witcher es un mago que confía más en su espada que en los trucos de magia para cazar monstruos, al parecer una especie de plaga que acosa ciudades y aldeas en este tiempo sin tiempo. Geralt de Rivia, tal el nombre de nuestro atlético mago (también llamado el Lobo Blanco y el Carnicero), caza por dinero. En otras palabras: es un mercenario, un cazador de recompensas muy bien entrenado. El protagonista, encarnado por el británico Henry Cavill, parece una prolongación natural del Superman que aquel interpretó, seguro y algo cándido, realista y ético, siempre vencedor. 

 La Edad Media como una era sin tiempo ni espacio tiene larga prosapia en la literatura, aun cuando la habitaron seres que quizá existieron, como Robin Hood e Ivanhoe. Pero definitivamente se convirtió en ese sitio eterno desde la serie de novelas "El Señor de los Anillos", que el inglés J. R. R. Tolkien pensó y escribió mientras Londres soportaba el bombardeo incesante de la Luftwaffe. Al punto de que algunos críticos creyeron ver a los Aliados (Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Rusia) en las cuatro fuerzas que se oponen al Mal en esos libros: seres humanos, elfos, enanos y hobbits. Los críticos que señalaron alegorías y representaciones donde quizá nunca las hubo no aclaran quiénes eran unos y otros, aunque se daba por hecho que los hobbits representaban la Inglaterra rural que amaba Tolkien, aun frecuentada por druidas y amenazas oscuras.

 "The Witcher" aspira a ser menos épica y más sórdida. Su Continente está poblado de aldeas rebosantes de barro y palacios limpios y luminosos. El contraste de clase es evidente. Pero nada importa a Geralt de Rivia, dedicado a su oficio de matar esperpentos peligrosos solo por plata. Su cinismo calmo se ve confrontado, sin embargo, por la aparición de una princesa que huyó de la masacre en su ciudad y es perseguida por un emisario del tirano, debido a que tiene extraordinarios poderes mágicos y acaso sea la Elegida que promueva un renacer de la humanidad. El actual estado de la civilización, ya en decadencia, es debido a la acción de los brujos, que salvaron a los seres humanos de su aniquilación. Aquí la "trama del poder", como dirían los diarios, se complica. No hay solamente reinos en conflicto y elfos que apenas escaparon de la extinción, sino también una organización de los brujos, la Hermandad, que influye decisivamente en los acontecimientos. Hay escuelas de brujas. Y una antigua fortaleza en la que habitan los compañeros de Geralt de Rivia, cruzados de una antigua causa. Nada es simple, excepto la percepción de Geralt de que la princesa fugitiva es su destino. La adopta y la protege, la entrena y la esconde, y la trata en general como a una hija.

 Las vidas de estos y otros personajes discurren en paralelo al principio, hasta que finalmente se cruzan. Una advertencia: la segunda temporada terminó al borde del culebrón. Esto significa que se estira en peripecias, sin resolver el argumento principal. Muchacho: si te has dormido durante dos capítulos y aun así puedes seguir adelante, sin dejar de comprender lo que ocurre en la pantalla, es porque la serie se aproxima al punto de telenovela. No tiene nada de malo. Ni de bueno.

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