miércoles, 1 de septiembre de 2021

"Sorjonen": Un detective con "capacidades diferentes"

 

La finlandesa "Sorjonen" (2016-2020), guionada por Miikko Oikkonen y dirigida por Jyri Kähönen, ya es un clásico del llamado nordic noir, o sea, policial negro nórdico. Es probable que esta serie haya cerrado su ciclo, los medios europeos han descartado una cuarta temporada. Puede considerarse entonces un modelo estable de lo que el nordic es y no es. "Sorjonen" y el nordic tienen una geografía y un clima precisamente nórdicos, y sus colores son fríos. Generalmente los bosques han sido escenarios de crímenes o de enterramientos y por eso quizá se acentúa su presencia majestuosa y sombría. Evocan aquel "sublime" del que hablaba Kant: formas de la naturaleza que se nos aparecen como puntas de un grandioso iceberg, cuyas partes ocultas presentimos terribles y aun más bellas. Una estremecedora oscuridad se filtra pues en los bosques del policial nórdico. En "Sorjonen" se insinúa desde las tomas cenitales de la introducción, acompañadas de la inolvidable canción Closer, del dúo danés Kaae & Batz, con la participación de Maria Holm-Mortensen, que en su aguda melancolía alude a una lluvia en la que todos estamos hundidos. Agua y madera forman el entorno de esta historia en la frontera ruso-finlandesa. 

  Como en casi todos los policiales, no solo los nórdicos, el detective, el investigador no es enteramente normal. Tiene una vocación y un talento que lo aíslan de la vida societaria. Generalmente, bebe. Incluso se droga, es solitario y además de la adicción al trabajo y a algún tipo de estimulante es adicto a repeticiones: juegos -crucigramas o solitarios, por ejemplo-, o desayunos iguales en el mismo lugar, o caminatas, o determinada música, o peleas de box o un calvados en el sillón, como el inolvidable Maigret de Georges Simenon. Pareciera que necesita diversos recursos para llenar los tiempos muertos (aquellos en que no está abocado a resolver crímenes), para no caer en depresión. El modelo original es Sherlock Holmes, que se adormecía con morfina y el rasgueado de su violín. Miikko Oikkonen pensó acentuar todas esas características en un ser de "capacidades diferentes" como gusta decir ahora el pensamiento político y correcto. Kari Sorjonen padece una variedad atenuada del espectro autista, que podría ser el síndrome de Asperger o el de Savant (del sabio), similares en realidad. Si no estuviésemos todo el tiempo bajo la luz de la ciencia y determinadas personalidades no llevaran el nombre que les han puesto los neurólogos -incluso el nombre del primer neurólogo que la describió, como en el caso del Asperger- diríamos que Sorjonen es un chamán, un stalker -en el sentido visionario que le da a esta palabra la famosa película de Andréi Tarkovski -, sobre todo en la frontera ruso-finlandesa. Sorjonen tiene una extraordinaria capacidad de memorizar y relacionar detalles. No conoce el pensamiento abstracto. Sus gestos son raros, a veces parecen torpes, no se comunica fácilmente, pero la terapia le ha enseñado que el abrazo es un modo efectivo de acercarse a los otros y amarlos. En público Sorjonen es sumamente directo, inoportuno, dice lo que piensa, no tiene doblez porque ignora que hay subterfugios, elusiones, etc., esto es: formas fundadas en pensamientos abstractos. En la práctica, se golpea la cabeza como si allí hubiera cosas, no ideas, y para pensar necesita armar físicamente, en el piso o la pared, su Palacio de la Memoria, una técnica atribuida a Simónides de Ceos, creador de la mnemotecnia, 550 años antes de Cristo, con cuartos contiguos y comunicados en que se agrupan las ideas.

  Como todos los detectives, Sorjonen es obsesivo y termina por tener problemas familiares... porque siendo un caso extremo de la anormal familia detectivesca, Sorjonen tiene una familia normal: esposa e hija. Y la serie comienza cuando intenta, precisamente, dedicarse más a ellas, mediante el traslado a la comisaría de Crímenes Mayores del pueblo fronterizo de Lappeenranta en que nació su mujer y que supone más tranquilo que la capital Helsinki, o sea con menos problemas de seguridad. 

  El gran acierto de la serie es el personaje. Tanto en Helsinki cuanto en el nuevo destino, Sorjonen tiene fama casi de mago por su sistema de pensamiento, con el que ve más allá de donde pueden o quieren ver sus colegas y con el que consigue extraordinarios resultados. El resto son historias divididas en dos o tres capítulos en cada temporada, entrelazadas con las tensiones y amorosas relaciones familiares y la presencia e historia de una ex integrante de los servicios secretos rusos, que comienza a operar como detective del lado finlandés. Una compañía fuerte y más hecha a la acción que Sorjonen. Cada personaje tiene su desarrollo dramático, su carácter complejo, como no suele ocurrir en otras historias de detectives. El secreto hilo que va hilvanando casos en apariencia desconectados es una historia de corrupción que termina por poner en peligro la vida de toda la comunidad. Es este el matiz socio-político que hoy por hoy gana el favor de la ficción policial.

  Solo dos mínimas objeciones: Sorjonen no soporta el hedor y las imágenes de la morgue que, pese a eso, frecuenta, pues el patólogo es casi su principal colaborador. Sin embargo, no parece necesaria la abundancia de imágenes de cadáveres, miembros amputados y desfiguraciones. Este exceso de macabrismo lleva a que a cierta altura de la serie la preciosa introducción incorpore imágenes mortuorias convirtiendo el paisaje en un collage tan macabro como tonto.

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