sábado, 18 de septiembre de 2021

"Wallander": La verdad cansa

 

No sabemos, ni sabemos si se sabe, si el padre del éxito del policial nórdico fue Stieg Larsson (1954-2004) o Henning Mankell (1948-2015). Del primero se recuerdan los tres libros que se llevaron al cine en 2009, caracterizados por una gran violencia y signados por un drama de época: el abuso sexual y las oscuridades de las grandes familias, sobre todo las sombras ideológico-políticas. Aquellas películas basadas en sus novelas fueron "Los hombres que no amaban a las mujeres", "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina" y "La reina en el palacio de las corrientes de aire". La serie de novelas, conocida como Millennium, se editó luego de la muerte de Larsson, que había echado a andar un "tanque" editorial sin saberlo. El éxito acompañó también a las películas, tal vez por el modo en que chocan en esas historias el complejo mundo moderno y juvenil con el pasado burgués formal, y, por qué no decirlo, hipócrita. 

Si nos atenemos a la cronología, fue Henning Mankell el creador del fenómeno, puesto que la serie de novelas con el detective Kurt Wallander comenzó a publicarla exactamente en el primer año de la década de los 90 del siglo pasado y logró más o menos rápidamente popularizar a Wallander en su país y en el mundo en menos de una década.

En los dos casos, los protagonistas son prolongaciones imaginarias de sus autores: Larsson fue un periodista de investigación exitoso, como Mikael Blomkvist, que en su trilogía hace las veces de detective. Y el motor de estas historias fue una violación grupal que presenció como impotente testigo en su adolescencia. Mankell, un activo pacifista de la década de los 60 y 70, que vivió en Zambia y Mozambique, pensó que el policial era -brechtianemente hablando- una manera de tomar distancia y hacer atrayente la investigación social. O quizá soló pensó en ganarse la vida de un modo más o menos entretenido a su regreso de la militancia y de sus viajes. Algo de triste desencanto y a la vez de vivo interés puso en su detective Wallander, un policía maduro que lleva varios años corriendo delincuentes, casos que terminan revelando situaciones sociales conflictivas aun en la pequeña ciudad de Ystad, cerca de Malmö, cabecera sueca, esta, del puente que une Suecia y Dinamarca. 

Film & Arts está emitiendo la primera temporada de la serie "Wallander" que se produjo y emitió originariamente entre 2005 y 2013. Hubo una serie anterior de 9 películas televisivas, iniciada en 1994. Se hizo con el actor Rolf Lassgàrd, a quien admiraba Mankell. La segunda serie es la que hoy se puede ver a través de Flow, que acumula los capítulos emitidos, o directamente por Film & Arts. Su protagonista es el actor teatral Krister Henriksson. En la versión inglesa de la serie, Kenneth Brannagh encarnó a Wallander entre 2008 y 2016. Brannagh tiene también un gran training como actor de teatro -de hecho hace un Wallander memorable-, pero carece de algo que Henriksson tiene naturalmente o sabe interpretar mejor: el cansancio y el desgaste del detective afecto al whisky tanto como a la ópera, poco sociable y con una relación inestable con su hija, que también es policía. Nadie se imagina a un Wallander capaz de correr varias cuadras a un delincuente, derribar una puerta o incluso salir ileso de un tiroteo. De hecho, el arma, más que empuñada, a veces parece dibujada en su mano.

Wallander no es sin embargo un apático: como su creador, tiene una irrefrenable curiosidad social, y la capacidad de unir hechos -delitos- que en la superficie no parecen relacionados pero terminan siendo parte de una misma trama de eventos en la que intervienen los peores desvíos de la sociedad. A todo esto, el nordic noir sumó, en su propagación por los países nórdicos, las sombras de los bosques, que no son tan preminentes en "Wallander", siendo Ystad una ciudad costera.

En la primera temporada de la serie, el mundo privado del detective tradicional -en este caso, el refugio nocturno en que escuchar música clásica- se ve invadido por la realidad, y es este un signo de la metamorfosis del policial: Wallander comprende que se ha perdido no solo la batalla por el cambio en los 60, sino también la relativa tranquilidad doméstica que tenían sus grandes predecesores en la investigación del crimen, como Holmes, Poirot, Miss Marple o Maigret, o como aquel legendario Dupin, de Edgar Poe, que resolvía las cosas casi sin salir de su biblioteca. El policial negro no solo da preminencia a la calle: la calle se mete en la vida de quienes husmean en sus cortadas o detrás de sus puertas.


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