miércoles, 19 de mayo de 2021

"Agatha Christie's Poirot": El capitalismo que agoniza




 En algún momento de su exitosa carrera, Raymond Chandler decidió rendir homenaje a uno de los precursores de la serie negra, Dashiell Hammett, quien a partir de 1923 había comenzado a publicar sus relatos policiales en la revista Black Mask, fundada tres años antes en los Estados Unidos. Chandler escribió una frase que se cita con fruición desde los años sesenta. Dijo que Hammett "sacó el crimen de su vaso veneciano y lo lanzó a la calle".

 Chandler se extendió mucho más sobre la novela de detectives en su ensayo "El simple arte de matar" (1950), pero su análisis tiene siempre el trasfondo de una especie de enfrentamiento de clase entre el relato de detectives inglés y el estadounidense, como si uno hubiese sido una ocupación ociosa de aristócratas y el otro una nueva corriente literaria desarrollada por y para la clase trabajadora. Chandler imputó al relato "clásico" de detectives británico falta de realismo y artificiosidad. Tal vez tuvo razón, pero en cuanto a lo popular, Sherlock Holmes era ya un personaje no solo popular sino nacional cuando los detectives "duros" emergieron en la narrativa yanqui. El soporte, el famoso pulp -papel barato- fue, para la crítica en general, no ya un dato que determinaba el estilo de aquellas historias, sino también una posición ideológica. Ese punto de vista no tenía en cuenta que la novela de detectives inglesa también nació en los periódicos y no en las colecciones de libros de tapa dura forrada en cuero. Casi todo el análisis de Chandler, que sirvió de base a la nueva crítica, pedaleaba en el aire, porque Chandler tal vez había leído poco, y mal, a Conan Doyle, y probablemente no había leído a Agatha Christie, que publicó su primera novela -"El misterioso caso de Styles"- en los Estados Unidos el mismo año en que apareció Black Mask, y un año después en el Reino Unido. Allí hubiese visto que lo único que diferenciaba a un detective inglés de uno yanqui era la excentricidad, puesto que Holmes como Poirot (el detective insignia de Christie) eran marginales: uno, un aficionado de gran inteligencia cuyos méritos no eran públicamente admitidos por la policía; el otro un belga con costumbres refinadas hasta lo caricaturesco, que cosechó fama, pero también epítetos tales como "maldito enano belga", inspirados en la natural xenofobia de los pueblos. Puede que hubiera más realismo en la serie negra porque sus personajes centrales podían ser cínicos y rudos, a diferencia de los ingleses, que rara vez se dejaban envolver por la violencia en que se metían, pero en lo que hace a la artificialidad de la situación, era la misma: ambas vertientes descubren los lugares oscuros y despiadados del sistema mediante métodos irreales, ya que no existen, mayormente, ni en Londres ni en la costa Oeste estadounidense, detectives que lleguen tan lejos sin poner en movimiento los resortes de autodefensa de los poderosos, y esto puede incluir la eliminación física del investigador. 

   La serie "Agatha Christie's Poirot" (1989-2013) es una obra clásica de gran aliento del género televisivo, hoy disponible en YouTube, con enormes aciertos, dos de los cuales son básicos: el carácter caricaturesco de Hércules Poirot y la descripción de los ambientes claustrofóbicos de la alta burguesía y de la nobleza en decadencia. A través del pequeño dandy belga de bigotes engomados, cuya cabeza "tenía exactamente la forma de un huevo", maniaticamente pulcro y minucioso, de inteligencia brillante, engreído y delicado, Christie se permitió una crítica suave, aunque no inocente, no solo de la clase alta, sino también de la cultura y costumbres de todos sus compatriotas. La cocina es una de sus críticas frecuentes, y por fin le hace decir a Poirot: "Ustedes, los ingleses, no tienen cocina, sino comida". "Ustedes los ingleses" es una construcción verbal que menudea en el discurso del belga. En lo que respecta a sus casos, no hicimos una estadística, pero seguramente una mayoría de los 71 episodios que desarrolla la serie gira en torno a la herencia. Esto es, uno de los mecanismos de preservación de la acumulación capitalista. El procedimiento es totalmente fantasioso, artificial, falto de realismo, en esto tiene razón Chandler -quien sin embargo no mira, como queda dicho, el irrealismo del realismo norteamericano-, pero la violencia oculta, el desprecio, el crimen, escondidos bajo el añejo protocolo de la sociedad inglesa, saltan en cada historia como un conejo de la galera. Los personajes ingleses no se conmueven ante los cadáveres. No son cínicos, pero tampoco honestos y, en general, su acentuado aristocratismo los coloca en el lugar -ahí los pone Christie- de figuras de cómic, caricaturas. Asesinos despiadados, llegado el caso.

  El estilo de Christie no difiere de aquel que el pulp -la literatura popular- exigía a los escritores yanquis. Sus relatos son, en un enorme porcentaje, diálogos, mechados de descripciones sumarias, siempre suficientes, algunas veces agudas. Christie también escribía para los periódicos y para las colecciones de novelas baratas, que imponen un estilo. Su novela más vendida, "Diez negritos", imprimió más de cien millones de ejemplares en el mundo. Poirot se mueve entre aristócratas provocando su desprecio, pero cuando está entre burgueses modernos y liberales que toleran la nueva moda -por ejemplo los atrevidos trajes de baño en una playa recién inaugurada- dice este tipo de cosas:

-¡Sí, deplorable suprimir toda ilusión, todo el misterio! ¡Hoy todo está estandarizado! -indicó con una mano las recostadas figuras de los bañistas-. Eso me recuerda muchísimo la Morgue de París.

-¡Mister Poirot! -exclamó mistress Gardener, escandalizada.

("Maldad bajo el sol", 1941)

  Uno de los ingredientes de las imágenes visuales de la serie, que la hace muy atractiva, es el escenario art decó que ofrecen los nuevos edificios, empezando por el departamento de Poirot. De manera extraña ese diseño geométrico, opuesto al art noveau -que incluiría el famoso "vaso veneciano"-, se lleva bien con el estilo de Poirot, quien luce invariablemente cuellos ópera, pajaritas y zapatos con polainas. Así vestido, con sus pasos cortos, rápidos y muchas veces desconcertados, el Poirot del actor David Suchet ha pasado a la galería de los grandes personajes de la televisión británica. Es un Poirot más bien literal, pero tan recordable como el de Peter Ustinov, quien hizo de Poirot en seis películas entre 1978 y 1988, empezando con "Muerte en el Nilo". El capitán Hastings es el socio casi permanente de Poirot, y tal vez el detective lo tiene a su lado para recordar el espíritu pueril de los ingleses: Hastings, además de llevar por apellido el nombre de la histórica batalla con que se inició la conquista normanda de Inglaterra, es un distraído cultor de los deportes y los autos, lector de periódicos y aficionado a los viajes. A él se debe la primera descripción de Poirot:

Medía apenas más de cinco pies y cuatro pulgadas [1,62 más o menos], pero se desenvolvía con una gran dignidad. Su cabeza tenía exactamente la forma de un huevo y siempre la ladeaba un poco hacia un lado. Su bigote era muy tieso y militar. Incluso si toda su cara estuviera cubierta, las puntas del bigote y la nariz rosada serían visibles. La pulcritud de su vestimenta era casi increíble; creo que una mota de polvo le habría causado más dolor que una herida de bala. Sin embargo este hombrecito de vestimenta pintoresca había sido en su tiempo uno de los miembros más famosos de la policía belga.

("El misterioso caso de Styles", 1920)

  Ustinov no se ajustaba mucho a esa descripción, salvo por el bigote, pero también su espíritu era distinto: causaba simpatía, mientras que el Poirot de las novelas, como el de la serie, provoca repulsión y rechazo en casi todas las personas con las que trata, especialmente las muy inglesas. Y no tanto por sus revelaciones, cuanto por su carácter. Pero Ustinov conservó el rasgo principal del personaje: la confianza en el funcionamiento de las células grises, que Poirot menciona y elogia continuamente. Si este Poirot, menos caricaturesco y más tratable, respondía a otro público, Ustinov lo interpretó a conciencia. La serie, en cambio, brinda un tributo en gran parte retro, como si rindiera homenaje a una leyenda. Y este es el punto de quiebre verdadero entre el policial británico y el yanqui: las historias y personajes ingleses, especialmente los de Agatha Christie, son realmente -por así decirlo- legendarios, visiblemente ficticios, en tanto los del otro lado del Atlántico surgen en un mundo gris donde la ficción social cede lugar a una crueldad sin límite y mal cubierta en los negocios, legales o ilegales.

 Todas las historias negras terminan de modo amargo, en tanto las de Poirot culminan con el rito de la reunión de todos los personajes, en la que el detective infalible de bigotes verticales usa la psicología de grupo en apoyo de la verdad que va a revelar. Unas son las historias del antiguo capitalismo imperial que disputa la herencia económica y cultural del reino; las otras, las del capitalismo sin empaque, en donde el dinero es el desenfadado dador de poder, y se lo persigue sin piedad y sin modales.


martes, 11 de mayo de 2021

"The Nevers", "Sombra y hueso", "El legado de Júpiter", "Lugares muertos": Vuelven los poderes extraños

 

Los seres con superpoderes, una estirpe originada en la ciencia-ficción, fueron cambiando desde la creación de Superman en la década de los 30, el primero de los grandes superhéroes del mundo DC Comics. Marvel compitió desde siempre con la DC imaginando superhéroes más realistas, algunos marginales, incluso delincuentes, hasta formar también su dream-team de hombres y mujeres dotados de fuerzas extraordinarias, que van desde la vieja y querida telepatía a electrificar seres vivos o golpearlos de modo tal que viajan kilómetros en el aire. Todos ellos se relacionan mal con su poder, o prefieren olvidar que lo tienen o son cuestionados por los daños colaterales que provocan cuando quieren hacer justicia. Una de las mejores creaciones del mundo Marvel ha sido Jessica Jones, imaginada por Brian Michael Bendis. Sus puños pueden enviar muy lejos a sus enemigos, destruir un muro o reducir un auto a chatarra, pero Jones ha dejado el traje de superheroína e intenta vivir como detective privada, le da fuerte a la botella y tiene una oficina polvorienta como los detectives de la serie negra estadounidense. Marvel fue la primera en percibir la relación conflictiva que seres físicamente superdotados tendrían con el mundo, en gran parte gracias a uno de sus mejores escritores, Stan Lee, el inventor de Hulk, los Cuatro Fantásticos, el Hombre Araña y Daredevil, entre otros. Marvel terminó erigiendo un nuevo universo, no ya de héroes, sino de mutantes que tienen habilidades extraordinarias cada vez más complejas. Los X Men fueron agrupados en dos bandos, uno dirigido por el profesor Xavier, que  ha creado una institución destinada a formar a los mutantes en el bien y lograr que se integren a la sociedad. El otro, liderado por Magneto (no Magnetto eh), quien prepara a sus muchachos para devolver con hostilidad la hostilidad del sistema. Pero los mutantes son, en el mundo X Men -que como casi todos los mundos del cómic pasó al cine- un problema social y político de alto vuelo. La saga incorporó a Wolverine, un mutante con "capacidades mejoradas", un hombre lobo canadiense dotado de garras de metal, el más popular, quizá, de los X Men.

  Heredera de la noble tradición de los mutantes rechazados por la sociedad es la recién estrenada "The Nevers", de HBO. Aunque quizá se trate de mutantes inducidos, esto es, provocados por una incursión extraterrestre. En la serie, las llamadas The Touched son mujeres mutantes en el mundo victoriano. Joss Whedon, un escritor de Marvel, y también de la DC, es el responsable de esta ocurrente visión en la que mujeres inglesas, casi todas de la clase obrera, producen asombro y rechazo por sus poderes -¿los llamaremos "capacidades diferentes"?- que van desde la lectura del futuro hasta la manipulación del fuego. Entre ellas también hay una giganta y un hombre, dotado de la capacidad de curar con sus manos. Whedon salió del proyecto el año pasado y desde enero de este año la guionista principal es la británica Philippa Goslett.

  Una especie humana en mutación es la que comienza a reemplazar el mundo de los vengadores enmascarados, seres que generalmente van por los techos, hombres y mujeres de doble vida. La buena conciencia agregó otro problema para los justicieros: si actúan por las suyas, de hecho están fuera de la ley. El peso de esta legalidad se hizo sentir en las nuevas historias de los grandes héroes estadounidenses de la DC, empezando por Batman, y les creó conflictos. Marvel ya sabía esto desde hace tiempo y prefirió poner el foco en otra cuestión: los daños materiales que ocasionan, que los hacen indeseables, al mismo tiempo que aclamados, hasta desembocar en la cuestión del rechazo segregacionista y el intento de manipulación genética que intentan el Pentágono o la CIA, un tema ya tradicional del cine de entretenimiento.

  En medio de un regreso de los superdotados conflictivos, tenemos también el de los dotados de un poder especial de origen místico. Esta es la otra estirpe, proveniente de la imaginación mitológica, no de la ficción científica. Y aquí entra Netflix con el reciente estreno de la estadounidense "Sombra y hueso", basada en las novelas de la escritora israelí Leigh Bardugo, que lleva vendidos millones de ejemplares en el mundo. Es una producción de Laps Entertainment, responsable con Netflix de series fantásticas, como "Stranger Things", entre otras. Hay quien piensa que "Sombra y hueso" puede llegar a igualar el éxito de "Juego de tronos". Veremos. Se trata de mundos imaginarios, de los que hemos conocido muchos en cine y series, y de seres que tienen un poder arcano. Por ahora, solo podemos apreciar la originalidad del escenario en que discurren los acontecimientos: un país en guerra, Ravka, que imita la Rusia imperial del siglo XIX, tal vez. Un territorio nevado y dividido, embarcado en una guerra de fusiles de un tiro y caballería. Pero tenemos aquí una zona de sombra poblada de monstruos, que a su vez parte en dos el escenario físico. El origen de esta zona está en la penumbra, justamente, pero se aclara en la primera temporada. También podremos ver que la protagonista, Alina Starkov, una cartógrafa militar, descubre el inmenso poder del que es portadora.

  Pero esto no es todo. Netflix también propone una revisión del mundo de los superhéroes con "El legado de Júpiter", basada en la historieta del mismo nombre de Image Comics, de 2013. Aquí el propósito de discutir dos concepciones del heroísmo es tan explícito como el contraste de los trajes de los superhéroes clásicos, basados en mallas y corazas blancas, azules y rojas -seres notoriamente de cuentos de hadas modernos-, con la sociedad "realista" en la que actúan, en la que los hijos superdotados rechazan el camino de los padres o no creen ya en sus códigos morales. Del mismo modo son contrastantes el presente y el pasado de los viejos superhéroes en los años treinta y cuarenta, que se cuenta en paralelo. Hay que decir que lo de los trajes está tan ridículamente exagerado que uno no sabe si pensar que es irónico o precisamente ridículo.

  Por último la vieja y querida narración de brujos y aparecidos retorna en Netflix con la serie sudafricana "Lugares muertos". Es la historia de un escritor que ganó mucho dinero con relatos sobre su poder de hablar con los difuntos, que adquirió cuando era un chico. En esa edad perdió a su hermana en un túnel de los que drenan el agua de las tormentas en las afueras de Johannesburgo. Vuelve de Londres con el propósito de revisitar ese escenario trágico de su infancia y esclarecer de una vez la desaparición de su hermana. Pero lo meterán a detective del Más Allá algunos acontecimientos extraños en Ciudad del Cabo y en su ciudad natal. Contará como chofer con un ex policía malhumorado, presto a disparar antes que a conversar con seres reales o espectros. La serie es modesta en sus intenciones, y redonda su primera temporada, lo cual debe destacarse y agradecerse en el mar de series con temporadas inconcluyentes. Hay en esta historia seres sobrenaturales que a veces recuerdan los del cine clase B de los años 50, pero de entrada la narración asimila el clisé: ante la vista de una casona abandonada a la que asisten para cumplir una de sus misiones, el chofer malhumorado murmura: "Una mansión tenebrosa en una colina, vaya clisé", a lo que el escritor detective responde: "Lo dice el ex policía alcohólico". También está la influencer que investiga casos naturales o sobrenaturales para su canal de YouTube. Un elenco de personajes previsible pero muy funcional.