sábado, 30 de enero de 2021

"Los bastardos de Pizzofalcone": La comisaría de los desahuciados

Pizzo significa punta y falcone, halcón, y el barrio de Pizzofalcone existe, está emplazado en la ladera del monte del mismo nombre, el cual es debido, de acuerdo con la tradición, a que en tiempos de Carlos de Anjou funcionaba allí una halconera. Tiempos de cetrería, que Pizzofalcone ha visto cambiar por otros, en que la palabra pizzo se utiliza también para denominar el chantaje, el pago por "protección" en una ciudad asolada en cierta medida -no totalmente ni mucho menos- por la camorra, que viene siendo, como todo el mundo sabe, la mafia de Nápoles.

Debido a que Maurizio De Giovanni, autor de la serie de novelas "Los bastardos de Pizzofalcone", quiso expresamente que el escenario de la vieja Nápoles estuviese muy presente y casi dominara en sus libros, y luego en la serie televisiva que él mismo escribió y estrenó en 2017, Pizzofalcone resultaba ideal, con sus increíbles vistas del golfo, sus palacios deteriorados por fuera pero señoriales o interminables por dentro, sus escaleras y rampas, sus terrazas y calles intrincadas, su convivencia entre lujo y sordidez.

Pizzofalcone tiene una comisaria a punto de fenecer. Varios de sus agentes fueron destituidos por aceptar sobornos -hablamos de la ficción- y son reemplazados por otros que en sus jurisdicciones tuvieron problemas y están con un pie adentro y otro afuera. Se unirán a los sobrevivientes de la purga, que esperan el inminente cierre de la comisaria y sus propias reasignaciones. Gracias a los despedidos, todos ellos heredan el mote de "bastardos". De Giovanni ha querido remarcar que este no es un nordic noir sino un policial italiano, citadino, y ubicado en el corazón de un paisaje urbano milenario, donde hay gente que es sentimental y expresiva, y otra que, con esas mismas características, no solo te mete la mano en el bolsillo sino que mata por negocios o por pasión.

El que pronto será líder del grupo y logrará sacar a la comisaría del marasmo con investigaciones exitosas será el inspector Giuseppe Loiacono, que verán escrito Lojacono porque para los italianos la jota es una í lunga, llamado el Chino. Aunque no se quiera evocar al padre del actor Alessandro Gassman que debe de estar cansado de que la recuerden de quién era el apellido, puede decirse que su comitiva parece al principio una Armada Brancaleone. Pero ciertamente de gente muchas veces impulsiva y otras veces violenta, y en varios casos farolera, puede sacarse un grupo eficiente y compacto. Loiacono lo hará, hablando poco y actuando rápido.

La primera temporada de "Los bastardos..." logró competir en todo terreno con la imbatible "Comisario Montalbano". En los números, atrajo la cuarta parte del público televisivo de Italia, con lo que se colocó a la altura de la serie inspirada en las novelas de Andrea Camilleri, según el sitio oficial del canal Europa Europa. Montalbano muestra un carácter menos contenido que Loiacono, pero los dos son sureños. Aunque habla con acento romano, Loiacono actuó en Sicilia, en Agrigento, hasta ser trasladado a Nápoles a causa de una denuncia no probada de connivencia con la mafia. En Nápoles, vive con una hija adolescente -un tic, ya, de los policiales de cualquier latitud- y comienza un nuevo y algo complicado amor con la fiscal Laura Piras, compitiendo, en este terreno, con el implacable fiscal de la anti-camorra, el mediático Buffardi.

El paisaje es el carácter, decíamos. Es mejor descubrirlo en los personajes de la comisaria -cada uno con su historia personal- que contarlo. Los policías napolitanos pueden ser sinuosos y con rincones oscuros, un poco venidos a más, pero en definitiva nobles como el mar, con la antigua y un tanto deteriorada nobleza de la ciudad que fue capital de un reino. Tendríamos aquí una moraleja general sobre esta historia. Los capítulos, de más de una hora y media cuentan, cada uno, un caso, y el desarrollo de amores y penurias del plantel. Varios de estos casos tienen también que ver con la tradición y el carácter de Nápoles.


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Trasmitida por Europa Europa, la serie está completa en la biblioteca de Flow.






domingo, 17 de enero de 2021

"C.B. Strike": He visto las mejores mentes


Los primeros siete episodios de "C.B. Strike" (2017-2018), basada en los libros de Robert Galbraith -quien no es otra que J.K. Rowling, la creadora de la serie de novelas de Harry Potter- están en la biblioteca de Flow y son una de las más atractivas series policiales que pueden verse hoy, ambientada en Londres y preferentemente en los sitios más populosos, desordenados y encantadores de la ciudad que fue capital de un imperio. Estos siete episodios narran tres casos resueltos por el personaje creado por Rowling y de hecho se emitieron originariamente en tres tandas, que en la Argentina se presentan como una.

 Strike es un detective privado, antigua profesión que ha tiempo no se veía en los policiales contemporáneos, y su oficina vieja y polvorienta responde al estilo de los duros norteamericanos. Está sobre un negocio de guitarras y baterías de Denmark Street, que hizo nido al rock británico, en la forma de negocios de instrumentos y oficinas de discográficas. El nombre de pila de Strike es Cormoran y se supone un juego verbal con el nombre de su tierra, Cornualles, la costa agreste en el extremo sur de Inglaterra. Es hijo de una estrella del rock (pero no se habla con su padre: piensa que él lo considera solo un orgasmo del pasado) y de una modelo asesinada. Tiene media pierna ortopédica, producto de haberse alistado en la Coldstream Guard, que participó de las guerras de Irak y Afganistán. Cormoran perdió la pierna pero no la vida, gracias a que en un gesto de misericordia o de crueldad (siempre se lo pregunta) un chico armado con una pistola le guiñó un ojo y se abstuvo de darle un tiro de gracia. Se jacta de comer sin engordar demasiado y de hecho se come lo que sus ocasionales acompañantes dejan en el plato, después de haber comido el suyo. Un trastorno de ansiedad, seguramente.

  ¿Qué hacen los detectives privados en general? Su rutina son los seguimientos, ya sea de maridos infieles, de ejecutivos prostibularios o de políticos metidos en negocios oscuros -o en infidelidades o en prostíbulos-, pero a Cormoran se le presentan casos raros: el primero de ellos se lo plantea un hombre con aspecto de tinterillo, hijo de una familia poderosa, quien quiere probar que su hermana adoptiva, una modelo muy cotizada, no se suicidó sino que fue asesinada; el segundo lo provee una esposa que busca a su esposo, un escritor truculento y vengativo. Y así de seguido. De manera que con su estilo algo anticuado de sobretodo, saco y camisa -una camisa cuyo relevo suele demorarse, hay que decirlo-, Strike frecuenta restaurantes, oficinas y casas de la nueva nobleza: la aristocracia bastarda de los negocios y el espectáculo.

  Solicita una secretaria temporaria a una agencia y ella llega justo en el momento en que la flamante ex esposa de Cormoran abandona el despacho del detective, después de arrojarle un cenicero. Él sale tras ella y empuja sin querer a la futura secretaria y casi la tira escaleras abajo. La secretaria se convertirá en su colaboradora -luego en socia- y mostrará una pasión, un método y una inteligencia excepcionales, aplicados a un oficio decadente y turbio, que entra por la ventana en mundos de ambición, brillos y traiciones.

  Estos siete episodios presentan tres casos. La ambigüedad de los personajes emula a la de sus pares de las novelas policiales clásicas, en especial las de Agatha Christie, de forma que todos son sospechosos hasta el final y de hecho el asesino real podría haber sido cualquiera. Tal la índole de las ciudades modernas. Y es un desgaste atroz el que sufre el oficio ante tantas variables: resolver un crimen es cada vez menos desentrañar una moral individual o motivaciones psicológicas -porque casi todos las tienen- que averiguar quién se levantó esa mañana con el pie izquierdo.



domingo, 3 de enero de 2021

"Comisario Montalbano": "Hanno ammazzato uno"


Quien toca este libro toca a un hombre, dijo el poeta León Felipe, en traducción personal de Walt Whitman. El que vea "Comisario Montalbano" descubrirá cómo se puede construir un nuevo detective, en una plaza que cuenta con los monumentos de Sherlock Holmes, el que tenía casos "para tres pipas" y se adormecía con morfina cuando estaba aburrido; Hércules Poirot, que dormía con bigotera y ponía mucho cuidado en elegir sus gemelos; Jules Maigret, que fumaba su pipa por la calle, mientras caminaba rumbo a su sobria casa en el Boulevard Lenoir para beber su calvados después de cenar con su mujer; y aun de Auguste Dupin, quien apagaba las luces para deducir un caso sin salir de su biblioteca; por no hablar de los duros de la costa Oeste de los Estados Unidos, especialmente el melancólico bebedor de gin-tonics Philip Marlowe, o el diablo de cejas en ángulo agudo Sam Spade, poseedor de tanta inteligencia como falta de escrúpulos. Henning Mankell había creado -desafiando la tradición europea- al inspector Kurt Wallander, melancólico aficionado a la ópera, un extraño en un pueblo cercano a Malmö, en Suecia, cuando el siciliano Andrea Camilleri, dos décadas mayor, se atrevió a imaginar el detective que faltaba en la televisión, aunque no en la novelística, donde Carlo Gadda había instalado a su comisario filósofo Francesco Ingravallo, especialista en la teoría del caos, y el  también siciliano Leonardo Sciascia había creado los suyos. Camilleri logra la figura inolvidable del detective meridional propiamente dicho. Era guionista, director de teatro y de series de televisión, de manera que puede decirse que Montalbano nació con pasaje chequeado para la TV, aunque vio la luz en novelas escritas. El comisario fue bautizado en homenaje a Manuel Vázquez Montalbán y su personaje Pepe Carvalho, culto y desencantado detective gallego afincado en Barcelona, en deuda a su vez con Gadda y Sciascia.

  Y lo logró. Montalbano se hizo tan inolvidable, o al menos se lo sintió tan representativo, que el pueblo de Porto Empedocle, donde nació Camilleri en 1925, desde 2003 se llama Porto Empedocle Vigata, en honor a la ciudad imaginaria en que suceden las casi 40 historias del detective Salvo Montalbano. La serie, iniciada en 1999 y que continuó hasta 2019, se ambientó a su vez en otras locaciones de la Sicilia extrema: la casa de Montalbano, cuyo balcón está sobre la playa, es una de Punta Secca, un modesto barrio pesquero a 30 kilómetros de Ragusa; casi todas las imágenes iniciales son de la ciudad de Ragusa; la comisaría está en Scicli. Todo lo cual conforma -junto con otras locaciones- la imaginaria Vigata. Y Montalbano, un hombre de unos cuarenta años, explosivo pero bondadoso, de pelo al rape a la usanza actual, despierta junto a la ventana que mira el mar, da unas brazadas de crawl en verano antes de tomar café en el balcón e inexorablemente recibe una llamada del torpe agente Catarella, un incondicional que lo adora, anunciándole: "Dottore, dottore, hanno ammazzato uno!". Por esa llamada, se entra cada vez en el mundo siciliano de Montalbano. Y ese teatro es el del costumbrismo cómico, que relampaguea en muchas situaciones y personajes: el agente y secretario Agatino Catarella, que inevitablemente batirá la puerta contra la pared al entrar al despacho del comisario; el segundo de a bordo, el subcomisario Mimì Augello -mujeriego incontenible-, y el minucioso acopiador de datos Gisueppe Fazio, a quienes se suma el oficial Galluzzo, que suele disparar antes de tiempo. Montalbano eternamente deberá soportar el mal humor del bilioso dottore Pasquano, para obtener los primeros resultados de las autopsias, y encomendará misiones, acordes con el carácter de seductor, a Mimì. 

  Así pues, la vida de Montalbano, como la de todos los detectives de la literatura, casi no tiene innovaciones. Es su propia rutina. Su vida personal se compone de su intermitente novia Livia, que vive en Génova, con la que no se casará pero de la que no se separará nunca; su café a la mañana y los spaghetti con mariscos que almuerza en Enzo a Mare, un restaurante real de Punta Secca. Su rutina es también su eternidad.

  Si en los cuentos de detectives lo que menos importa es, paradójicamente, el "caso" -salvo por sus detalles macabros-, porque allí no hay pathos sino sólo un problema, muchas historias de las que es testigo el comisario Montalbano son piezas dignas de la tierra en que nació Luigi Pirandello. Mencionemos dos solamente: la de los actores que después de vivir 50 años juntos no están dispuestos a morir uno antes que el otro, por lo que ensayan cada noche, alternándose en los papeles, el suicidio, y la del viejo ex soldado, parecido por lo demás al escritor siciliano, que fue prisionero de guerra en los Estados Unidos, se casó y volvió, viudo ya, sólo para arreglar una cuenta con el pasado en Sicilia. 

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En la Argentina se puede ver completa en Flow