viernes, 6 de noviembre de 2020

"Suburra", tres temporadas: La conquista de Roma

 


Rodeado por cinco de las siete colinas de Roma, la Suburra fue un barrio de apelotonadas insulae, edificios de inquilinatos de dos y tres pisos, en los primeros siglos del Imperio Romano. La vecindad con el Foro, con el Palatino, con los domus de las buenas familias y con el Senado hacían de la Suburra una mezcla de criminales, vividores, facilitadores, matones, prostitutas, políticos y aristócratas, de modo que aunque suburra suena en italiano a barrio poco recomendable, el nombre abarca más. Como dirá el Samurai, jefe de todos los negocios sucios en esta serie, "Suburra fue y será Roma".

  Basado en la novela publicada en 2013 por el ex juez Giancarlo De Cataldo y Carlo Bonini, el hecho central del relato es la disputa por unas tierras en la franja costera de Ostia, pero "Suburra" (2017-2020) narra en realidad el sueño imperial del segundogénito de una familia gitana, Spadino (daga), cuyas inclinaciones sexuales van en contra de la tradición, hasta que decide ponerlas en caja, casarse con la mujer que le asignaron, a la cual querrá de verdad, y disputar el trono con su hermano mayor. El otro relato es el del sueño de Aureliano, mucho más modesto en apariencia pero de dimensiones épicas iguales para él: quedarse (además del negocio de la droga) con el arrumbado balneario que heredó de su madre, el cual forma parte de aquellas tierras en disputa. Y la disputa la representa precisamente su sueño, porque el otro propietario de las tierras es el Vaticano, que se inclina a venderlas para equilibrar en parte sus cuentas, aunque sabe que los compradores son "la famiglia", la mafia siciliana, que de ese modo podría disponer de un puerto de entrada de drogas a Roma, bajo la apariencia de marinas y otros atractivos costeros. El cuarto personaje comprometido en estos debates será un político, Amedeo Cinaglia, concejal de la ciudad, quien comienza poniendo distancia social ante toda insinuación de negocios sucios y termina hundido en la mierda hasta las orejas.

  Así pues, que una noche romana un sacerdote se aleje en taxi de las calles vacías del Vaticano, baje frente a una residencia silenciosa y un rato después caiga desnudo a los pies de tres jóvenes delincuentes asombrados, no es enteramente una casualidad. Spadino y Aureliano están allí convocados por Lele, un facilitador de cocaina y fiestas negras. El sorpresivo ataque cardiaco del cura que preside la comisión de finanzas del Vaticano, en medio de una orgia digna de "Saló o los 120 días de Sodoma", une así a estos tres, pero especialmente a Spadino y Aureliano. Todo comienza ahí, y continúa con unos fideos preparados a las apuradas, solo con un poco de aceite y ajo: canto a la cocina casera italiana.

  En las tres temporadas, la "espiral de violencia", como suele decir el lenguaje periodístico, crece o asciende, tanto entre las facciones del negocio de la droga como dentro de la familia originaria de Spadino. La sombra del imperio se agita en estas escenas de intrigas sangrientas. En ningún lugar como en Roma conquistar el trono, aunque sea el del delito, es algo que atraiga tanto. En la tercera temporada un imaginario jubileo a punto de ser declarado por el Vaticano da lugar a nuevas negociaciones, traiciones y enfrentamientos en pos del botín que significan los negocios que traerá aparejados el Año Santo.

  Roma no es un telón de fondo convencional y turístico en esta historia, pero no deja de ser mostrado, cada vez que es posible, quizá en su más auténtica dimensión: una ciudad cuyas ruinas siguen vivas.


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