jueves, 19 de noviembre de 2020

"Luther": Sombras suele vestir

 


Cuando la BBC hacía policiales, hace diez años, los hacía muy bien, con base, seguramente, en dos premisas: deben ser reales y deben ser interesantes en todos los detalles. Lo que hace de un policial una obra de arte antropológica es el detalle. Al revelar la posibilidad del crimen en toda la extensión de la sociedad, descubre su hábitat, sus maneras, sus máscaras. Y hace las delicias del observador, a salvo por el momento de ser confundido con un asesino. 

  Ahora bien: Sherlock Holmes, que es la quintaesencia del detective, es también la quintaesencia del científico de fines del siglo XIX. Con la frenología y alguna otra ciencia positiva se las arreglaba. El resto era intuición para percibir un cierto orden o posibilidad de los hechos. Sherlock trabajaba con infinidad de datos, la mayor parte de los cuales eran casuales y no le servían de mucho. Por ejemplo, en su primera actuación (en el "Estudio en escarlata") sabe del sospechoso que no es rico, pero es prolijo, pues viste ropa bastante usada pero limpia. El lector percibe aquí su increíble capacidad para recoger información. Lo que no advierte es que el dato no aporta nada sobre el crimen ni sobre sus motivos en ese caso. Esto es que Sherlock no entraba en un terreno demasiado oscuro para él, el de la mente humana en su más recóndita profundidad. Conan Doyle tuvo la oportunidad de opinar sobre los crímenes del famoso Destripador de Londres y dijo una sandez: que era una mujer o un hombre disfrazado de mujer, única forma de que se acercara a sus víctimas sin inspirarles desconfianza. Olvidó que las víctimas eran todas prostitutas del barrio de Whitechapel acostumbradas a que los clientes las abordaran en pasadizos y callejones. Ahora, cuando el libretista Neil Cross presenta su detective John Luther en la serie "Luther" (2010-2017) lo hace a toda orquesta, mostrando su inteligencia, su intuición y el nuevo esquema de análisis en una sola escena. Ante el segundo caso que enfrenta Luther en estas historias -el primero lo conocemos durante la captura del asesino, porque la serie comienza in media res- su diagnóstico inmediato es: "Fue ella, es una narcisista maligna". Hay una cierta disfuncionalidad entre la apariencia de Luther y su mayor aptitud, que es deducir o intuir la conducta psicológica del criminal: es un negro de Costa de Marfil de gran altura, que muchas veces no puede dominar la bestia que alberga y la emprende a patadas contra puertas y paredes. El enjuto Sherlock correspondía con su imagen a su razonamiento rápido y certero. No había en él ni carne ni pasiones sobrantes. Tampoco información general. Es célebre que solo se entera por el doctor Watson de que la Tierra gira alrededor del Sol, y justifica esa ignorancia: necesita economizar espacio en su cabeza para la información que le puede servir. Se diría que no tenía inconsciente.

  Luther se la ve con psicópatas extraños y cautivantes. La primera de todos es Alice Morgan, la "narcisista maligna" que mató a sus padres y a su perro, por la que finalmente se sentirá atraído, así como ella sentirá una gran atracción por él. Esto ha hecho que los rápidos comentaristas califiquen la serie de thriller psicológico, cuando en realidad es un gran policial, simplemente, y básicamente el policial de la Londres actual, con los antiguos edificios del centro, las casas Tudor y los frentes de ladrillo a la vista, los modernos y raros edificios vidriados, los paisajes industriales, la feria de Portobello Road, los barrios pobres, los pubs de pintura descascarada y el gusto inglés por el empapelado más horrible de flores y hojas, todo mezclado en un escenario de gentes que se ocultan y revelan en cada gesto y en cada figura o máscara social.

  Decíamos que los detalles cuentan en un policial. Casi -agregamos- hasta ser lo esencial. Neil Cross y los productores lo entendieron. Cada personaje de esta serie es atractivo, empezando por Alice Morgan, Luther y su jefe, el superintendente Martin Schenk, que parece un viejo dirigente socialista antes que un jefe de policía; los detectives Ian Reed y Justin Ripley (este último tal vez bautizado así en homenaje al Ripley famoso de Patricia Highsmith). Luego, los criminales, en una larga galería. Desenterrar, como decía Sherlock Holmes, el hilo escarlata del asesinato no es comprender solo los hechos del crimen, sino la estructura insondable de toda la sociedad humana, que en definitiva no es sino esa galería de disfraces o teatro de sombras. Porque sombras suele vestir, lo sabemos, el motivo esencial del crimen, siempre patológico.

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En la biblioteca de Flow, actualmente.


3 comentarios:

Felicitas Maini dijo...

De las mejores series que he visto en los últimos años, del nivel de The Wire. Me atrapó.

Ricardo Beyer / Roberto Balboa. dijo...

The Wire es cine político y social. De muy alto nivel. Te deja pensando siempre. Luther es otra cosa, no va tan lejos y huele más a entretenimiento. Del mejor. Para mi gusto. Luther es el mismo actor que en The Wire se sale de algún modo (otra vez) de libreto, porque ese "negro marfileño", como dice Aulicino, es un narco culto y con vocación de empresario. Frío y sanguinario también, por supuesto. Idris Elba. Me gustó mucho más la composición de Stringer, ese narco. Mucha mejor actuación, ahí suena natural, no sobreactuado, como de algún modo es Luther. Supe que Idris Elba también es DJ y toca en festivales de música electrónica donde junta cientos de miles de personas. Por ejemplo, el de Amsterdam. Un marfileño de aquellos.

Jorge Aulicino dijo...

desciende de nacidos en Costa de Marfil, a quienes se llama marfileños, y no estoy de acuerdo, en lo que respecta a la actuación, pero si le ha gustado más la otra serie... ¿qué hacerle? Gracias por el comentario