domingo, 17 de enero de 2021

"C.B. Strike": He visto las mejores mentes


Los primeros siete episodios de "C.B. Strike" (2017-2018), basada en los libros de Robert Galbraith -quien no es otra que J.K. Rowling, la creadora de la serie de novelas de Harry Potter- están en la biblioteca de Flow y son una de las más atractivas series policiales que pueden verse hoy, ambientada en Londres y preferentemente en los sitios más populosos, desordenados y encantadores de la ciudad que fue capital de un imperio. Estos siete episodios narran tres casos resueltos por el personaje creado por Rowling y de hecho se emitieron originariamente en tres tandas, que en la Argentina se presentan como una.

 Strike es un detective privado, antigua profesión que ha tiempo no se veía en los policiales contemporáneos, y su oficina vieja y polvorienta responde al estilo de los duros norteamericanos. Está sobre un negocio de guitarras y baterías de Denmark Street, que hizo nido al rock británico, en la forma de negocios de instrumentos y oficinas de discográficas. El nombre de pila de Strike es Cormoran y se supone un juego verbal con el nombre de su tierra, Cornualles, la costa agreste en el extremo sur de Inglaterra. Es hijo de una estrella del rock (pero no se habla con su padre: piensa que él lo considera solo un orgasmo del pasado) y de una modelo asesinada. Tiene media pierna ortopédica, producto de haberse alistado en la Coldstream Guard, que participó de las guerras de Irak y Afganistán. Cormoran perdió la pierna pero no la vida, gracias a que en un gesto de misericordia o de crueldad (siempre se lo pregunta) un chico armado con una pistola le guiñó un ojo y se abstuvo de darle un tiro de gracia. Se jacta de comer sin engordar demasiado y de hecho se come lo que sus ocasionales acompañantes dejan en el plato, después de haber comido el suyo. Un trastorno de ansiedad, seguramente.

  ¿Qué hacen los detectives privados en general? Su rutina son los seguimientos, ya sea de maridos infieles, de ejecutivos prostibularios o de políticos metidos en negocios oscuros -o en infidelidades o en prostíbulos-, pero a Cormoran se le presentan casos raros: el primero de ellos se lo plantea un hombre con aspecto de tinterillo, hijo de una familia poderosa, quien quiere probar que su hermana adoptiva, una modelo muy cotizada, no se suicidó sino que fue asesinada; el segundo lo provee una esposa que busca a su esposo, un escritor truculento y vengativo. Y así de seguido. De manera que con su estilo algo anticuado de sobretodo, saco y camisa -una camisa cuyo relevo suele demorarse, hay que decirlo-, Strike frecuenta restaurantes, oficinas y casas de la nueva nobleza: la aristocracia bastarda de los negocios y el espectáculo.

  Solicita una secretaria temporaria a una agencia y ella llega justo en el momento en que la flamante ex esposa de Cormoran abandona el despacho del detective, después de arrojarle un cenicero. Él sale tras ella y empuja sin querer a la futura secretaria y casi la tira escaleras abajo. La secretaria se convertirá en su colaboradora -luego en socia- y mostrará una pasión, un método y una inteligencia excepcionales, aplicados a un oficio decadente y turbio, que entra por la ventana en mundos de ambición, brillos y traiciones.

  Estos siete episodios presentan tres casos. La ambigüedad de los personajes emula a la de sus pares de las novelas policiales clásicas, en especial las de Agatha Christie, de forma que todos son sospechosos hasta el final y de hecho el asesino real podría haber sido cualquiera. Tal la índole de las ciudades modernas. Y es un desgaste atroz el que sufre el oficio ante tantas variables: resolver un crimen es cada vez menos desentrañar una moral individual o motivaciones psicológicas -porque casi todos las tienen- que averiguar quién se levantó esa mañana con el pie izquierdo.



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