lunes, 13 de julio de 2020

"Collateral": ¿Dónde corno queda Boca Raton?


No se desaliente el cansado espectador por las críticas negativas que recibió "Collateral" (2018), una miniserie de la BBC (no sabremos en que se diferencia una miniserie de una maxiserie, solo que esta tiene cuatro capítulos en vez de los seis u ocho con que otras boquean una temporada). "Collateral" bien vale una noche o dos. ("¿Qué es después de todo una noche?", diría el poeta Rafael Bielsa.)

Desde la primera novela con Sherlock Holmes como protagonista, Conan Doyle -el fundador del relato detectivesco si se exceptúa a Edgar Allan Poe- deja en claro que el verdadero interés del policial reside en los personajes y el escenario. En el caso de Doyle, el escenario es Londres a fines del siglo XIX. Será inolvidable, en aquella primera novela, el viaje de Holmes y Watson en coche hacia Kennington, en el lado sur del Támesis, en un mediodía neblinoso. A tal punto que entre nosotros Juan José Saer se acordó de él en un poema. Los personajes, empezando por Holmes, van saliendo todos de una caja china o de un teatro de excentricidades. Es por eso que Doyle describe rápidamente a Holmes en el primer capítulo de la novela. El resto es, como en la frase que da título al libro, un "estudio en escarlata": Holmes está seguro de que el hilo rojo del crimen recorre por debajo los hechos de la vida y solo hace falta tirar de una punta para que se revele.

Dadas así las cosas, es tonto pretender que el policial "negro" estadounidense es el primero en sacar a la luz la sordidez del mundo capitalista, como sostenía en los años 60 una intelectualidad que había caído en la cuenta de los "subgéneros" literarios. Holmes no es menos incisivo que el Sam Spade de Dashiell Hammett o el Philip Marlowe de Raymond Chandler en desnudar la sordidez y la perversidad de sistemas en el esplendor o el ocaso. La diferencia es que los estadounidenses se mueven en un mundo desangelado, y beben mucho. Holmes, como el Dupin de Poe, ve el mundo a través de una ciudad europea burguesa, cuando la civilización confiaba en su eternidad y en los rudimentos de la policía científica. Si se deprime, se inyecta y toca el violín. Un personaje lateral de "Collateral" une estos dos mundos: la madre de la asesina. No diré más. La diferencia entre el policial llamado de enigma y el "duro" es de escenarios: una sala inglesa en la imaginaria casa de Baker Street 221 bis y una oficina polvorienta y medio vacía en un edificio de San Francisco o Los Ángeles. Heredera final de esta ya tradición literaria yanqui es Jessica Jones, de la saga de anti superhéroes de Marvel, alcohólica como sus padres policíacos pero dotada de una superfuerza con la que no se lleva bien (se puede ver en Netflix).

En "Collateral" el escenario será precisamente el mundo del otro lado del Támesis, que no visita demasiado el turismo, en especial los alrededores de la enorme y decimonónica estación Waterloo. El personaje central, una detective con cara de niña, ex atleta que debió abandonar las pistas después de un salto en garrocha que terminó en una caída casi humorística. Como suele ocurrirle a los detectives en las series, la detective es despertada por una llamada telefónica en la madrugada y va a una "escena de crimen": un repartidor de pizzas ha sido profesionalmente baleado cuando terminaba de entregar una pizza. ¿Quién estaría interesado en matar mediante un sicario a un repartidor de pizzas? En una punta de este delivery que terminó trágicamente está la "gerenta" de la pizzería, la chica que entrega las pizzas a los repartidores amontonados en la puerta con sus motos. En la otra punta, la mujer que hizo el pedido, la ex esposa de un diputado laborista, que acaba de arrojar caja y pizza a un rincón del pasillo porque no traía "el condimento". El dueño del más bien atorrante negocio vive en Boca Raton. "¿Dónde carajo queda Boca Raton?", dirá nuestra detective, al igual que muchos espectadores. (Y el misterio del dueño de la pizzería quizá sea el único que no se develará).

El diputado laborista tiene una vida afectiva desordenada, por así llamarla, y se opone a la derechización de su partido, cada vez más inclinado a justificar la expatriación de extranjeros ilegales y la xenofobia. La "gerenta" cuida de una madre obesa unida por una bigotera a un tubo de oxígeno.

Sobre el escenario convergen las vidas de una inmigrante vietnamita, amante de una mujer sacerdote del culto anglicano. La chica ha visto el asesinato mientras estaba sentada en la calle bajo "los efectos de estupefacientes", diría una mala crónica policial.

Como si todo esto fuera poco, tendremos pronto en escena las dos hermanas del muerto, dos inmigrantes que dicen ser sirias pero son iraquíes. Y el increíble centro de encierro de inmigrantes ilegales. También un oficial del Ejército, machista, sexista, patriotero, violador: esos tipos de quienes uno se imagina que su oficina huele a pedos y colonia para después de afeitar.

Todo este mundo girará como una brújula loca, aunque -hay que decirlo- pronto se orienta, porque el guionista David Hare muestra rápido sus cartas. Entendemos bastante pronto que la serie va de abusos y negocios sucios vinculados con la inmigración. Pero la panoplia de personajes nos seguirá atrayendo en ese mundo que no deja de ser el de Holmes, aunque ya atravesado por fulgores de fin de la historia. Un mundo, en suma, que no renuncia a su leyenda.

1 comentario:

mirtha makianich dijo...

Hola. Gracias. Me gustò. Pienso que Boca Ratón tambièn podrìa funcionar como una relaciòn explìcita entre las dos tradiciones.