viernes, 22 de octubre de 2021

"Bright Minds": Un policial humanista

 

Por una razón que no atinamos a vislumbrar, la serie "Astrid et Raphaëlle" (2019), de la televisión francesa asociada con la belga y la suiza, se llamó en España "Bright Minds" y con este título se puede ver en la Argentina la primera temporada a través de Flow.

Antes, quizá ahora, las distribuidoras argentinas, presas de un complejo de superioridad respecto de los directores y productores extranjeros, cambiaban el título de las películas, tal vez pensando que tendrían más gancho los que ellos pergeñaban. Ahora se los dejan en inglés... o se los cambian al inglés. "Astrid et Raphaëlle", en francés, resume el eje de esta serie: la relación entre Astrid, una chica autista que trabaja en los archivos criminales, y Raphaëlle, una comandante de policía en las antípodas del mundo de Astrid, sobre todo en lo que en esencial para ella: el orden. En los silenciosos archivos del crimen Astrid ha encontrado su lugar ideal: está aislada, nadie altera el método y la disposición, nadie hace ruido ni emite luces, y la música de Bach en un simple reproductor de CD es el único sonido en su cueva. Hasta que Raphaëlle la descubre, y descubre su infinita memoria, que atesora cada expediente archivado con todos sus detalles. También descubre la infinita capacidad de asociación lógica de Astrid. En resumen, la convierte en detective, y esto al principio tiene un costo enorme para la chica autista, porque debe enfrentar lo que más teme: la imprevisibilidad, y junto con ello todo lo que sucede fuera de lugar o de tiempo, por ejemplo, la costumbre de la comandante de comer cualquier cosa sobre su escritorio a las apuradas -y dejarla a medio comer- o la de citarla a deshoras. Pero en ese vía crucis gana finalmente en afecto y en la disminución de sus síntomas. 

Astrid es una nueva investigadora con "capacidades diferentes", como el finlandés Sorjonen, que acaso inauguró la saga. Los chicos del espectro autista suelen tener una inteligencia muy desarrollada, que se basa en un aristotelismo extremo, el cual es, como su orden exterior, un salvavidas, una coraza para lo que temen: el caos en cualquiera de sus formas. En Sorjonen el autismo es menos acentuado que en Astrid, pero ambos necesitan pensar literalmente, pensar en concreto. No entienden las figuras del lenguaje, las "maneras de decir", las frecuentes hipérboles de la lengua hablada, las metáforas cotidianas. Esta limitación no es nada comparada con su gran capacidad asociativa. Raphaëlle saca gran provecho de ello, pero a la par quiere cada vez más a Astrid y esta se da cuenta de que puede sentir lo mismo cuando le da un nombre: amistad; y deposita en la palabra toda la seguridad que puede imaginar sobre el mundo en general.

La serie incorpora el grupo de autoayuda de Astrid, donde se ve potenciada la capacidad de pensamiento lateral de estos supuestos minusválidos. 

Astrid se vuelve -al menos para este cronista- increíblemente querible, tal vez porque su gran inteligencia es incapaz de convertirse en soberbia. Por el contrario: la vulnerabilidad del personaje exige a la vez la admiración y la ternura.

Hacía tiempo que un policial no incorporaba el viejo sentido humanista de los antiguos filmes -que a veces vale la pena recuperar-, en historias ubicadas en las peores zonas de la realidad contemporánea. 

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AXN/Flow


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