viernes, 1 de octubre de 2021

"Atracadores": Los pesados mueren de pie... y armados hasta los dientes

 

Las bandas de asaltantes ya no son lo que eran. No son jinetes enmascarados que detienen un carruaje en medio de un bosque apuntando al postillón con pistolas a chispa. Tampoco jinetes embozados que asaltan un banco en el Far West con viejos revólveres Colt. Ni hablar de arqueros de los bosques que luego diseminan parte del botín entre los pobres. Los asaltantes de "Atracadores" (2021) están equipados como los batallones de asalto de las policías del mundo, incluso mejor. Tienen ametralladoras pesadas y lanza-misiles, si hace falta, chalecos antibalas que además son porta-municiones y los cubren como caparazones, usan drones, explosivos y, desde luego, llevan  su rostro oculto... como los batallones de asalto policiales. 

La serie, de producción francesa asociada a Netflix, sucede en las ciudades belgas de Bruselas y Amberes. Es la versión en serie de la película con el mismo título, de 2015. Julien Leclercq dirigió ambas. La banda en cuestión la capitanea un veterano asaltante, Mehdi, interpretado por el actor tunecino Sami Bouajila. Se trata de asaltantes que no tienen nada que ver con el tráfico de drogas o armas -salvo como compradores, en este último caso-. Están tan entrenados como los comandos militares y son sumamente audaces y eficientes. Las primeras escenas muestran un asalto de la gavilla a un camión que transporta oro desde una mina. Hay desde este comienzo una promesa que se cumple y podría definirse, según el léxico tradicional de las reseñas periodísticas, como "adrenalina pura" o "acción trepidante". Pero hay algo más. La sobrina de Mehdi, Shaïnez, está en pareja con Liana. Mientras los atracadores realizan su audaz asalto al camión del oro, Shaïnez y Liana planean un asalto menor, que les dará los fondos para irse definitivamente al Mediterráneo. Liana es ocupante ilegal de una casa rodante, junto con su banda de jóvenes africanos. Las chicas se disfrazan de escorts y despojan de su bolso, en el que creen que hay dinero, a un cliente en un hotel. Pero no será dinero sino droga, y de esta manera Shaïnez y su tío, el veterano asaltante, quedan envueltos en una historia violenta que se desarrolla en medio de la lucha de dos bandas por la posesión del puerto de Amberes, impresionante cuando se lo ve en las tomas aéreas. El marroquí Saber, jefe de una de las bandas, tiene dos frentes de conflicto: uno, abierto por su ambición de dominar Amberes; el otro, por su padre, un viejo prófugo de la Justicia que regresa subrepticiamente, desde un exilio dorado, a poner en orden el negocio. A su vez, Mehdi deberá contar con la banda de pequeños forajidos amateurs de Liana.

Desde luego es solo una película de acción en la que el crescendo dramático es casi un pretexto para las acciones armadas y de violencia en general. Nadie juega del lado de los buenos, pero hay que reconocer que la banda de Mehdi en gran escala y la de Liana en nivel principiantes saquean a otros malos. No a jubilados desprevenidos o a viviendas de clase media. Importa ver, eso sí, la dimensión que el  mayor de los negocios clandestinos de nuestra época ha cobrado en la ficción. Y asimismo el nivel de armamentismo del delito tradicional. Reflejo quizá de una realidad que tal vez se parezca a la fantasía de los policiales trepidantes.



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