miércoles, 6 de octubre de 2021

"El caso Hartung": Significa sombras

 


La oscuridad especial del nordic noir no se comprende como tal hasta que se han visto o leído historias como las que actualmente ofrece la gran industria cultural del norte de Europa. Por ejemplo, "El caso Hartung" (2021), una serie danesa de seis episodios basada en una novela de Søren Sveistrup (Kastrup, Dinamarca, 1968), creador de la recordada "The Killling", Forbrydelsen en danés (2007-2012). La estructura es la típica de asesinatos en serie en la que el asesino deja señales para la policía. En esta oportunidad, las señales son un lenguaje destinado a la que debe ser, en el plan del asesino, la última víctima. Y son señales profundamente siniestras, porque están arrancadas del contexto de inocencia de la infancia: muñequitos hechos con castañas.

La trama involucra a la actual ministra de Asuntos Sociales de Dinamarca, Rosa Hartung, quien vuelve a su trabajo luego de la desaparición y supuesto asesinato de su hija. La niña en efecto ha desaparecido pero el confeso asesino no revela dónde están los restos. No lo sabe, no lo recuerda, fue diagnosticado como psicótico. A su vez, el tétrico camino de Hansel y Gretel marcado con muñequitos hechos con castañas solo lleva a la ministra cuando se comprueba que las castañas tienen las huellas digitales de su hija desaparecida y supuestamente asesinada de manera brutal.

El camino lo inicia el asesinato y mutilación de una mujer que aparece en el bosque, no lejos del centro de Copenhague. El caso es asignado a la investigadora Naia Thulin y a un detective de la policía paneuropea, Mark Hess, que está poco menos que exiliado en su propio país por errores o macanas cometidas en otra ciudad. Cuando el desaprensivo Hess abandona su actitud prescindente -hasta ese momento solo le importa resolver su problema con la Europol- comienzan a funcionar su obsesión y su instinto y convierte en el eje de la pesquisa el asunto de las huellas digitales encontradas en las castañas. Con ello, la ministra pasa a ser el centro de su trabajo, contra la opinión de sus compañeros y de su superior, que han dado el caso Hartung por cerrado y no le dan mayor importancia a los muñequitos y sus huellas digitales.

Hess se convierte en el alma contrariada de la serie. Y Thulin en la cazadora incansable dispuesta a ver y escuchar las señales imprevistas. Pero el leit-motiv que persigue Hess, esos pequeños muñecos siniestros, casi insectos disecados, casi marcianos secos, definen el clima y el interés. Freud ha señalado -lo parafraseamos aquí- que lo normal que se mueve ligeramente para insinuar, sin revelar, lo que no debe ser dicho es aquello que en la tradición literaria se califica de "siniestro". No es, pues, el horror sino su gravitante presencia entre las grietas de un lenguaje, como el del asesino en este caso. Otros muñequitos y otras mujeres muertas y mutiladas se sumarán hasta que la policía se convenza, como lo ha hecho Hess, de que los muñequitos son las palabras de una frase de contexto trastocado. Su oscuridad de momias ínfimas es la del criminal, y lo que se debe descubrir es su motivo -un paraíso infantil que se convirtió de pronto en violencia y desolación- y, con él, su identidad. El asesino mostrará finalmente cuál es la omisión que intenta reparar, el mundo que le han quitado. El asunto es si Hess logrará apoyo de su jefe para cambiar el rumbo de la investigación antes de que el vengador actúe su acto final.

PD: El título de esta crónica es el de un poema de "Residencia en la tierra", de Pablo Neruda.

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