sábado, 16 de octubre de 2021

"Modus": Ese oscuro objeto de violencia

 


Aquí tenemos otro ejemplo de la densa oscuridad del nuevo nordic-noir, como para hacerle honor a este nombre. "Modus" (2015-2017) es una producción sueca basada en el personaje de la psicóloga forense Inger Johanne Vik, protagonista de las novelas de la autora noruega Anne Holt (1958), ex ministra de Justicia en su país. De entrada diremos que una de las dos temporadas de la serie parece tener como objetivo develar la enorme extensión que tiene el delito sexual en el mundo, incluyendo en sus variantes la pedofilia, el odio de género, el "castigo" de las "desviaciones", la violencia en las parejas, la militancia machista de grupos de ultraderecha y el tráfico de mujeres para prostitución. Todo lo cual es acertado, a mi ver, porque estas grandes zonas del crimen no se conocían o no estaban tan desarrolladas en tiempos de Sherlock Holmes, a fines del XIX y comienzos del XX, o de Philip Marlowe, el detective inventado por Raymond Chandler, flor y nata de la novela dura estadounidense que se propagó desde la década del 30 y tuvo atención mundial en la de los 50.

El segundo propósito en "Modus" parece ser la propaganda ideológica. Esto es lo menos logrado. El discurso neo-feminista parece encajado a martillazos en los parlamentos de algunos personajes, sobre todo por su terminología específica, no común en el medio policial, suponemos. Pero discúlpese este exceso. La serie reúne suficiente oscuridad y ominosa expectativa desde el comienzo, en medio de una tormenta de nieve en la que una suerte de monstruo humano se mueve en los bosques, mata para comer y se baña desnudo en un lago helado. Es un comando, un fanático, un cruzado de la idea religiosa extrema que considera aberraciones las que llamamos hoy elecciones sexuales.

La primera en morir es una chef muy popular. Y muere en un gran hotel, aunque en sus sótanos. Es testigo la hija autista de la psicóloga Inger Johane Vilk. Desde este punto, el involucramiento en los asesinatos por parte de la psicóloga tendrá un motivo personal, el del miedo a que el asesino busque atar ese "cabo suelto", es decir, la niña testigo, y es la primera causa de su asociación profesional y afectiva con el calmo detective Ingvar Nyman, de la policía de Estocolmo, quien ha viajado a Uppsala para investigar el impactante asesinato, en la víspera de Navidad, de la obispo Elisabeth Lindgren. Poner en relación las elecciones sexuales de las víctimas llevará a suponer la motivación general, pero no el plan del asesino.

Inger Johane ha hecho un curso con el FBI en Estados Unidos, es autora de libros y consultora prestigiosa de la policía en Suecia. El núcleo ideológico que mueve la máquina criminal alojada en los bosques es extrema, no podía ser de otro modo, pero también inverosímil. Se entiende que la ficción recurra a estos núcleos marginales delirantes que se consideran guardianes de las Escrituras, antes que a mostrar sus incrustaciones en iglesias y credos que han demorado siglos en revelar y ocuparse de sus tumores internos. Es más simple y directo pergeñar sectas que sumirse en la cloaca de las grandes congregaciones hasta encontrar las raíces de ciertos crímenes sociales.

En la segunda temporada, la violencia sexual pasa a segundo plano, pero no desaparece. No forma parte directa de la trama sino del reencuentro de la psicóloga con quien fue su mentor en el FBI, una relación tóxica, como suele decirse, que incluyó la violencia. Pero el eje de la trama es de alta política. La presidente de los Estados Unidos desaparece durante su visita a Suecia. El suceso desata una crisis mundial y los personajes, sobre todo la policía sueca, se mueven al compás de hechos que nunca hubieran previsto. La conspiración será al cabo una venganza que se volvió política, tan oscura como cualquiera pero enclavada en hechos emocionales y familiares.

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Flow


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