domingo, 24 de octubre de 2021

"Midnight Sun": No conviene dormirse en el aspa de un helicóptero


Si el nordic noir necesitaba mostrarse en plenitud, nada mejor que trasponer el paralelo de latitud 66 (y monedas) y situar la acción en una zona de paisajes gélidos y desolados que la cámara devorará con fruición y muchos espectadores también. Porque sabemos que una de las claves del nordic es el paisaje en interrelación con la era industrial en su apogeo. Y esto llega al Círculo Polar Ártico, cómo no, que en el caso de Suecia aun está habitado por los sobrevivientes del pueblo sami, como sus vecinas Noruega y Finlandia. "Midnight Sun" (2016) es una producción sueco-francesa, que en Suecia se titula "Midnattssol" y en Francia "Jour Polaire", pero para la gilada en general es "Midnight Sun", porque en las emisiones internacionales sucede que se usa la nueva lengua franca, el inglés, y no se traducen los títulos a las lenguas de llegada. En nuestro caso sería Sol de Medianoche, en alusión al fenómeno de los días sin noche del solsticio de verano en los extremos norte y sur del planeta. La luz que no se oculta nunca produjo dos policiales en los que juega un papel: la noruega "Insomnia", de Erik Skjoldbjærg, de 1997, y su adaptación norteamericana por Christopher Nolan en 2002, con Al Pacino, conocida en la Argentina como "Noches blancas". Uno de los méritos de Nolan fue lograr -gracias a Pacino- que la luz permanente produjera una especie de locura en el protagonista, pero en esta serie su rol es mínimo y no se justifica como título. 

El nordic ha traído a la palestra el crimen a lo grande, es decir, movido por grandes intereses. Corrupción, destrucción ecológica, racismo, son en general los resortes de los policiales del norte de Europa. Esta no es la excepción. Cuando la investigadora francesa Kahina Zadi, de origen argelino, llega a examinar el asesinato de un ciudadano francés en el pueblo de Kiruna, descubre que el pueblo entero ha sido trasladado y sus antiguos edificios son demolidos, a causa del peligro de agrietamientos que produce una cercana mina de hierro. Zadi pronto tendrá otro crimen entre manos, y luego otro. Deberá actuar en asociación con un fiscal desacreditado, Anders Harnesk, quien queda a cargo luego de que su titular también es asesinado. Harnesk es homosexual pero todavía no salió del placard. Debe ser difícil hacerlo en el Círculo Polar Ártico. Zadi tiene un hijo al que le habían obligado a renunciar dado que quedó embarazada a los 15 años en Argelia. El hijo la sigue incluso hasta el remoto pueblo nórdico. 

Los crímenes parecen asociados a antiguos rituales de los samis, y todo en el pueblo es odio contra ellos. El primero, sin embargo, es el más impresionante pero su consumación no es nada ancestral, y de hecho promete una violencia inusitada: un hombre, de origen francés, es atado con cables de acero a una de las aspas de un helicóptero. El motor se enciende y ya se puede imaginar cualquiera lo que ocurre cuando las aspas toman velocidad. 

La clave sin embargo no es que lo samis se volvieron locos. La clave está en la mina, vamos anticipando. Un extraño espía a quien Zadi debe informar por orden de su jefe en París parece interesado en algo distinto que descubrir el motivo y al ejecutor de los asesinatos. Todo es un gran enigma, y la investigación en ocho capítulos logra mantener el interés. Lo que oculta una parte del pueblo de Kiruna tiene las dimensiones políticas que se sospechan desde un principio, como lo haría el Chapulín Colorado.

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TNT/Flow


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