martes, 18 de agosto de 2020

"Zona blanca": Me encontré en una selva oscura

 


¿El nordic noir baja silenciosamente desde las zonas hiperbóreas que le dieron origen hacia las costas latinas? Sí, ya pasó por Polonia, también por Bélgica, y llega gloriosamente a Francia... Aunque en escenarios belgas... ¿Por qué? Pues porque el nordic noir necesita del frío y del bosque. Sus personajes, generalmente aislados, han de ser montaraces, pero la más de las veces extraños, casi locos. Incluso en la ciudad, el policial nórdico deja presentir la helada sombra del bosque. Más cerca del Mediterráneo sería distinto. De hecho, lo es.  

  La producción franco-belga "Zona blanca", creada por Mathieu Missoffe, explota la grandiosa presencia de las Ardenas, un bosque fascinante, grave, que fue escenario de una de las batallas más cruentas de la Segunda Guerra Mundial, muchos de sus árboles astillados por feroces ataques de la artillería superpesada de los nazis, zanjado su suelo por tanques, envenenado su aire. No citamos esto porque sí: "Zona blanca" incluye una reivindicación místico-ecológica, con bordes sobrenaturales. 

  La cinta de cemento corta el bosque rectamente, como una preciso tajo, según se ve desde las tomas cenitales. El bosque respira su niebla, mueve las copas altas. Los troncos pelados de sus árboles forman catedrales góticas que absorben luz y reparten sombra. Un hombre con piloto baja de un auto. El motor se ha detenido. Intenta hablar por celular. Busca señal. De pronto, algo lo pica en el cuello. Cae. Las piernas comienzan a paralizarse. Se arrastra hasta el auto. Consigue tomar una jeringa, se la clava. En otro sector del bosque, tres personas -dos mujeres, un hombre corpulento- avanzan decididamente. Llegan a un cadáver que pende de un árbol. Lo revisan. Una de las mujeres dice: "Los ojos: fueron los cuervos. El resto, un puñal fino." La otra mujer examina los árboles y descubre el signo matemático del infinito pintado en un tronco. Se trata del trigésimo octavo asesinato en la zona de Villefranche. Esta serie de crímenes es lo que ha atraído hasta la zona al hombre al que un insecto picó en el cuello. Es un fiscal. Villefranche está fuera del alcance de las señales de telefonía celular. A eso se debe el título de la serie: es una zona sin comunicación celular, sin GPS, lo cual la convierte, actualmente, en una región blanca, vacía, en los mapas. El fiscal acaba de comprobar lo costoso que puede ser vivir sin celular. Por suerte, alcanzó la jeringa a tiempo. 

   El personaje parece medio salame pero revelará una inteligencia excepcional. Al comienzo debe vencer la hosquedad de un grupo de policías pueblerinos, convencidos de que hacen lo mejor que pueden contra el crimen, y hasta cierto punto resignados a convivir con un poder también pueblerino. No como los trabajadores de un aserradero a punto de cerrar, que en ese mismo momento protestan muy enojados frente a la planta, propiedad del alcalde, es decir, del poder pueblerino. En el primer capítulo el fiscal, que cuenta con toda mi simpatía, se dedica a leer la Divina Comedia en una posada-bar que por momentos parece un saloon del Lejano Oeste. Citará -como es inevitable que lo haga frente a un bosque imponente- el segundo verso de la Comedia, el de la "selva oscura". Pero luego recordará también que el alma de los suicidas está condenada a habitar en árboles -uno de los cuales Dante hace literalmente sangrar- en el Séptimo Círculo. El fiscal también descubre que hay un cuervo en su cuarto, atornillado a la pared. Está embalsamado. Pero la escena cita, sin pedir ningún esfuerzo mental, "El cuervo", de Poe. En el tercer capítulo ha arribado, no cabe duda -por lo ojos, por la facha- el Mal al pueblo. Llega en un convertible. Tiene algún poder sobre el alcalde. Y formula comentarios frente a la reproducción de un cuadro famoso, Coracero en el bosque, del romántico alemán Caspar David Friedrich, el cual muestra la pequeñez del hombre frente a un bosque alto y solitario. ¿Pretenden estas citas -selva oscura, árboles sangrantes, la soledad y pequeñez del hombre frente al bosque- poner un marco simbólico al relato? ¿Trata el autor, a través de ellas, de invocar  lo sublime que, según Kant, deviene de lo grandioso irregular, imperfecto, que puede ser sombrío y hasta monstruoso? Diga el espectador su veredicto al final. O por el medio. 

  Las dos temporadas de la serie se componen de episodios redondos en sí mismos, a través de los cuales se desarrolla una intriga mayor y las historias de los personajes, su presente y su pasado, sobre todo en el caso de la protagonista femenina, la policía Laurène Weiss, en cuya historia hay también una zona blanca (o negra, que viene a ser lo mismo). El costado sobrenatural de la serie es apenas un costado, de manera que su presencia, y sobre todo sus formas, no merecerían discusión. Los relatos tienen su encanto y su atractivo, invitan a seguir la serie per se. Eso sí, los europeos son lamentables cuando imitan a los yanquis. Nadie toma cerveza tras cerveza sentada sola sobre el capot de un auto con el motor apagado y los focos encendidos. Se sabe que consumen mucha batería. Por suerte, es apenas un momento. Y el policial vuelve a su estilo nord-europeo.

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Netflix


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