jueves, 6 de agosto de 2020

"The Umbrella Academy": Es el fin del mundo, idiota



La historieta, como se sabe, deriva de la caricatura: solo en tiempos avanzados decidió tomar las líneas realistas de los grabados del siglo XIX. Si de la historieta se hace una película, se corren riesgos de que ese mundo protoplasmático, distorsionado y lejano de los cuadritos se torne un disparate sin ton ni son. ¿Por qué será? Sobre todo si el tema es ya de por sí fantástico. Pero en "The Umbrella Academy" no hay fallas visibles, el mundo inconcebible de los hermanos Hargreeves vive sin pudor y muy decididamente en la pantalla. Quizá porque todo en él es una "falla".

  Veamos. Los hermanos nacieron del ingenio de Gerard Way para la editorial Dark Horse Comics entre 2007 y 2009. Reparamos en las fechas: sin saber que Way es un músico de rock además de exitoso autor y editor, su estética debería decirnos algo sobre la época. Pero nos dice de todo y no nos dice nada, lo cual significa que nos ha dicho que es del siglo XXI, de manera que en su desarrollo se pisarán a cada rato entre sí la novela del siglo XIX, el surrealismo y el "realismo americano" que no es otro que el realismo estadounidense, con toques de diversos subgéneros: bélico, policial, terror.

  Los hermanos Hargreeves pueden haber sido creados por Way y recreados para televisión por Steve Blackman, pero son hijos de siete mujeres distintas que dieron a luz en diversas circunstancias y lugares el mismo día a la misma hora, con una característica en común: en la mañana de ese día ninguna de ellas estaba embarazada. Los niños y niñas nacen y el "excéntrico millonario" -como lo llama la prensa en la ficción- sir Reginald Hargreeves, una mezcla exterior de Sigmund Freud con León Trotsky, los compra sin más. Y en público lo admitirá abiertamente: las madres fueron "adecuadamente compensadas". Sir Reginald les da por madre a sus retoños un robot que viste a la manera de un aviso americano (estadounidense) sobre bienestar hogareño en los años cincuenta -una verdadera hada cibernética-. Su mayordomo es Pogo, un viejo chimpancé a quien el primer viaje espacial tripulado lo dotó de habla y mayor inteligencia. También decide, sir Reginald, que su casa sea a la vez una academia para ese selecto grupo de niños. Los entrenará para que formen una especie de brigada del bien. La casa donde se prepara esta banda se llamará The Umbrella Academy.

 ¿Qué mejor que una vieja fábrica de paraguas reciclada para representar la parte industrial del siglo XIX? ¿Y qué mejor que un dandy de monóculo que se parece a Trotsky y a Freud para comprar niños que convertirá en justicieros? Olvidábamos un detalle: los niños no son normales, son superdotados. Tendrán nombres a lo largo del tiempo, pero debido a su pragmatismo cientificista sir Reginald los llama por números. Todos ellos, es claro, tendrán que lidiar con sus problemas psicológicos derivados de no conocer a sus madres y de ser poco menos que monstruos, pero tendrán algo en común: el mismo padre severísimo, distante e incluso cruel, y la misma fecha de cumpleaños, los cuales son dos problemas serios para una sola familia. El mono Pogo tendrá que explicar e intentar justificar frente a los hijos los hechos paternos más de una vez... Pero no nos adelantemos, porque esto no es sólo una historieta freudiana. Es sólo una historieta sobre el bien y el mal, el orden y el caos, organizaciones despiadadas que reemplazan a las personas... La vida, en fin.

  Todo comienza como un relato policial. Cinco de los hermanos vuelven a la mansión paterna ya adultos para despedir al viejo "millonario excéntrico". Dos de los siete ya no están -es un decir-: uno ha muerto y el otro salió un día y no volvió más. Los presentes son Luther, que tiene torso de orangután y a quien su extinto padre confió una absurda misión en la Luna por tiempo indefinido; Diego, un mestizo lanzacuchillos que además puede desviar las balas con la mano y ahora colabora con la policía; Allison, una hermosa mujer que hipnotiza mediante el chisme; Klaus, que ve a los muertos y vive drogado, y Vanya, la violinista rusa, dueña de una fuerza descomunal destructiva: sir Reginald temía tanto ese don que nunca se lo reveló a la nena, de manera que Vanya creció al margen de las hazañas de sus hermanos. Pronto aparecerá Cinco, quien no llegó a tener nombre precisamente porque había desaparecido. Lo extraño es que conserva su apariencia de cuando tenía trece años, e incluso viste el uniforme del colegio, es decir, de la Academia del Paraguas. El que sí murió pero acompaña a Klaus como fantasma es Ben, que es capaz de generar tentáculos. Antes del funeral, Luther descubre que no está por ningún lado el monóculo de sir Reginald. Esto no puede significar sino que alguien lo mató. Muy sensatamente los otros hermanos no creen que una cosa demuestre la otra, piensan que el monóculo andará por ahí y que el viejo ha muerto de un infarto, según corrobora la morgue. Mientras lo discuten y de paso discuten su pasado, entra una pareja con casco-máscaras infantiles, armada de ametralladoras. 
  
 Y hasta aquí llegaremos. Si ven la serie, sabrán por qué Cinco tiene la misma edad que cuando desapareció, verán viajes en el tiempo, un apocalipsis a punto de ocurrir, un apocalipsis que ocurrió y, permanentemente, uno que nunca ocurre, además de personajes como la ultra-malvada y exageradamente sofisticada The Handler; A.J. Carmichael, un malvado cuya cabeza es una escafandra con un pez -o bien un pez cuyo cuerpo es un malvado con una escafandra-, los peores asesinos y el día en que John Kennedy casi no muere asesinado. Por supuesto hubo twitters en el mundo que consideraron ofensivo que The Handler hablara a veces en idish, pero por suerte Jewish Press, el periódico semanal judío de Brooklyn, dijo que "usar el idish en un espectáculo no es una expresión de antisemitismo". Mientras tanto, la prensa internacional vacila en cuanto a ubicar la serie en un subgénero. Optan muchas veces por llamarla "apocalíptica"... Qué va a hacer.


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