OTRA serie polaca. Esta, ubicada en 1982. A dos años de la huelga en el astillero Lenin que hizo mundialmente famoso al líder sindical Lech Walesa y dio testimonio de la resistencia al régimen burocrático pro-soviético. Pero "El pantano" (2018) no tiene que ver directamente con eso. El ambiente en que respira no es el de los atisbos de libertad.
En general, la producción polaca en este género difícil suele jugar con el pasado y el presente, el ambiente rural y el urbano, los vestigios del socialismo y la difícil pertenencia a una Europa que no deja de considerar a Polonia un país periférico de la Unión Europea. En esta como en otras series policiales, el ambiente es decisivo, y se trata de la presencia medieval del bosque en los años 80, bajo el régimen satélite de la URSS. Lo que hace que al principio uno deba vencer la resistencia a creer que el planteo de un crimen oscuro y dos investigadores en busca de la verdad son verosímiles en ese marco. Cualquiera sea la razón por la que el crimen no se investigaba lo suficiente era una razón de Estado y no había nada, en teoría, que pudiera hacerse. Si unos hipotéticos investigadores llegaban a la verdad, ¿cómo se haría esa verdad operativa? ¿Quién la escucharía?
Sin embargo, aquí dos periodistas investigan dos misterios: un doble asesinato y un suicidio doble. Y parecen creer, uno más que el otro, que vale la pena llegar a la verdad aun cuando no se pueda publicar.
Hay otro misterio, ominoso, enterrado en el bosque, que quizá explique lo que finalmente sabremos. Los bosques -insisto en este punto- tienen una notable presencia en series recientes de Europa del norte, de Alemania, de Bélgica y de Francia. También de España, últimamente. Bosques sospechosos en sí mismos cuya tiniebla envuelve a los protagonistas y parece adueñarse de sus vidas. Bosques que son también testigos, refugios de espíritus que tienen algo que recordar y recordarnos, como en este caso.
Tres personajes dicen aquí que en Polonia se podía investigar pero no era conveniente. Son voces que van en gradiente desde el consejo a la amenaza. La más amigable es la del jefe de redacción, quien le habla a su viejo amigo y colega, el reportero veterano. La directamente amenazante es la del oficial de policía que lleva el caso, más agente de los servicios secretos, en realidad, que policía parroquial. La voz neutra -y esto es lo aterrador- es la del fiscal. Cuando este dice "no conviene" no sabemos si el sistema habla por él o si es la simple sensatez la que habla.
Cuando en los años setenta Krzysztof Zanussi -el notable director de la inolvidable "Estructura de cristal", de "Vida familiar", de "Iluminación"- pudo filmar en el exterior, en Estados Unidos, eligió hacer un policial clásico sobre un libro de James Hadley Chase y filmó "Asesinato en Catamount". La historia, con ser típica del policial anglo-sajón, tenía un clima ligeramente zannussiano: reflexivo, filosófico, místico, empapado de un paisaje inmutable y simbólico. Hay algo de esto en "El pantano". Sobre todo en la presencia oscura del bosque. Ninguna filosofía, en cambio, en los diálogos. La diferencia es que Zanussi no podría haber filmado una serie semejante en los setenta. Ni nada, en Polonia o en el exterior, que rozara directamente al régimen. La serie -de solo cinco contundentes capítulos- muestra que había verdades que revelar. Sordidez, no solo la corrupción del aparato estatal y partidario sino también la que abarcaba todo el ámbito social: prostitución, falta total de horizontes, decadencia, atávica sumisión de la mujer, asfixia. Y, finalmente, crimen y ocultamiento. Tan cotidianos que todo era en conjunto, como dice el texto en la frase inicial, demasiado terrible para tener miedo.
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