miércoles, 24 de febrero de 2021

"The Enemy Within": Los espías que volvieron al frío

 


Parece increíble, pero sin pensarlo mucho varios periódicos coincidieron en clasificar a "The Enemy Within" (2019) como "thriller psicológico". Bueno, no es psicológico, cualquiera sea el significado que se le dé a esta palabra en relación con un producto televisivo, y apenas es un "thriller". Es simplemente una de espías.

   La Guerra fría terminó hace rato en lo que se refiere a la guerra de inteligencia de los Estados Unidos con el bloque soviético, aunque continúa con otros enemigos, pues toda guerra de espías es "fría". Esta serie de la NBC, que carga todo su peso sobre los hombros de una actriz precisamente fría, como lo demanda este papel, comienza con una información: en los Estados Unidos pueden estar actuando hoy unos 100.000 espías extranjeros. Más que en en ningún otro momento de la historia. De modo que recuperar el frío de la guerra de espías y sus interiores sombríos parece adecuado.

  La protagonista es la ex vice-directora de la CIA, Erica Shepherd, y la historia comienza con su arresto en el histórico President's Park de Washington DC. La acechanza de ojos en el Parque se convierte en realidad no bien Shepherd la advierte. Se arrodilla sin más y pone sus manos en la nuca. De modo similar, hay que decirlo, comienza "The Black List", pero la escena está bien hecha y parece casi una metáfora del espionaje.

  Acusada de traición, pues delató a cuatro agentes que fueron asesinados por el enemigo, Shepherd está condenada a la total reclusión, sin visitas ni recreos, de por vida. Es decir, hasta que el agente Will Keaton del FBI decide que ella puede ayudarlo a llegar al asesino de los agentes, y también de su novia en un atentado. Shepherd sabe bien cómo se mueve este enemigo, y pese a todos los recelos de los agentes que trabajan con Keaton, consigue prever sus jugadas y ayuda considerablemente al FBI. De paso, sale a la luz que su traición fue bajo amenaza, de modo que sus deseos de venganza pueden ser auténticos.

  Todo está bien logrado, pero, ay, la verdadera Guerra Fría quedó muy atrás. Entonces los guionistas debieron acudir a recursos imaginarios totalmente torpes, vamos a decirlo. Uno, que se sabrá desde el comienzo, es que el enemigo es un ex agente de los servicios rusos, no el mismísimo FSB, por razones diplomáticas, es obvio. Un ex agente que cuenta con recursos inimaginables e inagotables, desde hombres de gobierno hasta la policía de calle en los Estados Unidos, dinero, movilidad, sus propios sistemas de comunicación, hackers, etc., es inimaginable sin el apoyo de un Estado o de grupos económicos muy fuertes. La segunda torpeza -y aquí va el spoiler- es una Cuba que no se sabe en qué momento de la historia vive, porque los Estados Unidos tienen en territorito cubano mucho más que la actual y cuestionada base de Guantánamo. Podría agregarse una tercera inconsistencia: la motivación del ex espía ruso Mikhail Tal no parece suficiente. Desaparecida la razón de Estado o la fe patriótica, su persistencia en la lucha no convence. Son detalles, se me dirá. Lo son. Pero he aquí cómo la globalización que obliga a andar con pies de plomo -en lo que respecta a los antiguos enemigos- agrea un poco una buena historia de espionaje.

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Fox/Flow


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