lunes, 15 de febrero de 2021

"New Blood": Los grandes crímenes del dinero, o mejor reír que llorar


 "New Blood" (2016), imaginada por el novelista y guionista Anthony Horowitz para la BBC, enfrenta los peores enemigos con podría toparse hoy un investigador. Este es su principal mérito. Las series sobre detectives modernas no dejan de presentar asesinatos antiguos: crímenes de pasión o de ambición, o vinculados con el tráfico local de drogas o con la esclavitud sexual (o ambas cosas). "New Blood" plantea en siete episodios tres investigaciones contra algunos de los dueños del mundo más poderosos: los laboratorios medicinales, las constructoras de mega edificios y la mafia de las mafias: los grandes representantes de inversores, que mueven capitales tanto hacia -precisamente- la inversión inmobiliaria y el lavado de dinero cuanto la compra y venta de armas. De paso, falsas organizaciones humanitarias que encubren y financian a criminales políticos. Y, claro, políticos corruptos. Demasiado. Contra enemigos así solo peleaba Tom Cruise en la recordada serie de películas "Misión: Imposible".

  ¿Qué hace entonces Horowitz? Le baja un cambio a la gravedad del asunto y pone la trama y los caracteres a un paso de la comedia. La nueva sangre del título es la de dos aficionados: un policía que se estrena como detective y suele apartase temerariamente de su pareja, un investigador veterano -y, hay que decirlo, un poco achanchado-, y un empleado de una oficina estatal que investiga fraudes y estafas en gran escala. Los dos están ansiosos de hacer méritos, compiten entre sí y terminan aliados, pero ponen en riesgo sus carreras, además de sus vidas. Son, ambos, descendientes de inmigrantes: Arrash Sayyad, el policía, de iraníes; Stefan Kowolski, el empleado estatal, de polacos. Acorde con los crímenes que investigan, se mueven más en los nuevos edificios vidriados de Londres que en los barrios, tugurios y galpones, y con esto queda atrás una tradición de las mejores series policiales inglesas de este siglo. Dorian Lough, como jefe del bisoño detective Sayyad, representa -en actuación meritoria- el viejo estilo inglés, reseco y envarado hasta el rictus, pero en el fondo honorable.

  Seguramente Horowitz, escritor de libros para adultos y preadolescentes, enfrentó un dilema: para arriesgarse tanto, los investigadores debían ser oficiales muy entrenados, con suficiente aval oficial, o aprendices muy inconscientes. Eligió esto último, con lo cual hizo una serie increíble. En su favor podrá decirse que no menos increíbles son las series de grandes luchadores contra las mafias y agentes secretos letales. Como sea, el gran negocio del crimen en la sociedad actual queda expuesto, aunque esto seguramente no le hará ningún daño. A esta altura todo el mundo sabe quiénes son los grandes malos. Lo que no se sabe es cómo pararlos. 

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Disponible en Flow



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