martes, 15 de marzo de 2022

"Taboo": Los negocios oscuros, el amor y los espíritus

 


Cuando una serie reaparece en las listas de promoción de Netflix, disfrazadas con los títulos de "Tendencias" o "Populares" o del top-ten local, uno no sabe si se debe a alguna razón que jamás será revelada o a un motivo mucho más concreto. En el caso de "Taboo", una serie de 2017 -de las mejores, lo diremos de entrada- se trata más bien de que los creadores, el actor Tom Hardy, su padre, el novelista Chips Hardy, y Steven Knight, creador de la también fuera de serie -permítaseme la paradoja- "Peaky Blinders" (2013-2022) -cuya sexta temporada esperamos aquí-, se trata, decía, de que los creadores hicieron, hace poco, alusión a una nueva temporada de "Taboo"... después de cinco años.

"Taboo", producida para la BBC, es otra de esas series con fondo histórico -pero que no recrea hechos históricos- a las que son afectos lo ingleses y, a veces, los estadounidenses. Esta en particular es de la sub-especie "orillas barrosas del Támesis", pues pesca en las mismas aguas que Las crónicas de Frankenstein (2015-2017) y la propia "Peaky Blinders" (en este caso en lugar del Támesis están los canales sucios de Birmingham): la ciudad entre el barro podrido y el lujo nobiliario, desde comienzos del siglo XIX a comienzos del XX. Tom Hardy pensó con su padre un personaje a su medida, y lo interpreta cabalmente: el aventurero James Delaney, una especie de gorila de redingote y galera que se recortará contra el paisaje sórdido de la ciudad hasta hacerse inolvidable, como el Mr. Hyde de la novela de Robert Louis Stevenson, que nunca vimos pero todos imaginamos. Delaney ha estado años en África y vuelve, con algunos diamantes, para hacerse cargo de una propiedad de su padre, que acaba de morir. Se trata de tierras que el aborrecible difunto compró a los indios en los territorios fronterizos en aquel momento en disputa entre los jóvenes Estados Unidos y la Corona británica. La política de compra de tierras a los indios fue históricamente alentada por el Reino Unido para avanzar en las zonas de conflicto en América del Norte. En este caso se trata de una franja imaginaria sobre la costa del Pacífico que permitiría abrir un puerto para el tráfico marítimo hacia China: Delaney imagina cargamentos de pieles viajando en una dirección y cajas de té volviendo por el mismo camino. Y desde luego no está dispuesto a vender su territorio. De eso se enteran, perplejos ante el rostro impasible del aventurero, los altos funcionarios de la Compañía Británica de las Indias Orientales, encabezados por el sir Stuart Strange, que interpreta Jonathan Pryce, con su habitual solvencia. A partir de aquí la historia tiende su telaraña con los tejes y manejes de Delaney, un astuto conspirador con aspecto salvaje, que saca partido de la rivalidad de la Corona con la compañía colonial privada creada en 1600, eje del capitalismo imperial, cuyo poder era extraordinario en el siglo XIX. Por ese entonces, la Corona estaba custodiaba por el futuro Jorge IV, regente por la enfermedad mental de su padre. Sería un monarca licencioso, cautivante, alcohólico, mujeriego y sobre todo un goloso increíble que al llegar al trono en 1820  pesaba más de 120 kilos y apenas se movía de sus sillones preferidos. Sin embargo, fue una inteligencia brillante, ostentosa; protegió las artes y fundó, puede decirse, la figura del dandi. Lo que se verá en la serie no es más que una grotesca caricatura del hombre que tal vez lucía así 15 años más tarde -no tan mal en el tiempo del relato-, cuando murió aquejado de gota, hidropesía, ceguera por cataratas y probablemente porfiria, dos males, estos últimos, que afectaron a su padre, Jorge III.  

Delaney ejerce una cierta fascinación sobre la gente, mueve sus diamantes y arma una banda de incondicionales en los muelles y los prostíbulos. Se convierte en un capo de mafia avant la lettre, cuya frase preferida es "tengo un trabajo para usted". Pero es un hombre complejo, en constante relación con los espíritus, como que desciende de una mujer india y ha estado años -enviado como grumete en un barco esclavista- en las profundidades del África, donde un brujo lo salvó de la muerte. Ama inconteniblemente a su hermanastra Zipha (Oona Chaplin), cuya vida se hace pedazos por ese amor prohibido, pero se asocia a la segunda mujer de su padre, Lorna Bow (Jessie Buckley). La complicadísima trama, las intrigas en las que intervienen funcionarios y asesinos de la Compañía, la Corona y el espionaje estadounidense, hacen prever un final abierto, como el que afectivamente se produce, a la espera de la segunda temporada que ahora parece se puso en marcha. Pero en el último capítulo se producen, también, los únicos estallidos de los fusiles y pistolas de chispa: una batalla en los muelles que es digna de ser vista.

PD: Netflix reflotó la serie sin subítulos en castellano, las opciones son el doblaje al insoportable español de series, o cambiar al audio en ingles con subítulos también en inglés, en alemán o en italiano. Una torpeza increíble de Netflix, aunque empezamos a creer cada vez más cosas increíbles de la N.


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