Este spin off (¿ya averiguó qué significa?), del mismo creador de "Vikingos", Michael Hirst, con guión del mismo guionista, Jeb Stuart, comienza por dejar claramente sentado que las acciones que se verán suceden cien años después de la muerte de Ragnar, evocado a lo largo de esta temporada más de un vez como héroe y prócer del pueblo vikingo. No tendría sentido aclarar qué cosas sucedieron en la historia y cuáles no, porque se trata de una ficción inspirada en la historia, pero andá a impedir que todas las reseñas dediquen una parte de su espacio a exponer las diferencias. Sólo digamos que entre la masacre del Día de San Bricio en 1013, en que los nobles y el rey de Inglaterra mandaron matar a cientos de vikingos, mujeres y chicos, asentados en ese territorio, y la posterior invasión de los reyes vikingos que terminó con el trono de Inglaterra en manos de los nórdicos, pasó mucho más tiempo que el que sugiere la serie: años, y no meses. Y digamos de entrada que existió la multicultural ciudad de Kattegat, en la que se reúnen los jefes para organizar la invasión, pero no hay rastros históricos de la Reina Negra, Jarl Haakon, gobernadora de Kattegat. La expedición, asimismo, la encabezó Sweyen Forkbeard, padre del legendario rey Canuto, y no el propio rey, que llegó después a ocupar el trono y casó con la madrastra del príncipe heredero. Emma de Normandía tenía sangre vikinga, como que era descendiente de Rollo, el supuesto hermano de Ragnar, a quien conocimos en "Vikingos". Todo lo cual no quita que los personajes son históricos, y, sobre todo, el hecho de que los vikingos gobernaron Inglaterra, y que ese reinado fue pieza clave, como se verá, en el intento de consolidación de un protoimperio vikingo. Tal la ambición de Canuto.
Esta narración es coral, pero hay dos personajes centrales: Leif Erikson y su hermana Freydis Eriksdotter, hijos del más legendario de todos los vikingos: Erik el Rojo, quien marchó al exilio en Groenlandia luego de que se le fue el hacha de las manos con algunos compatriotas. También son históricos. Ambos han ido a Kattegat, a la gran asamblea de pueblos, no para enrolarse, sino para vengar la violación de Freydis a manos de un vikingo convertido al cristianismo, quien le ha grabado a cuchillo una cruz en la espalda. Leif se convierte en protegido del caudillo Harald Hardrada, mano derecha de Canuto, y de este modo en el mejor capitán de las naves de la escuadra, como pago del perdón a su hermana, luego de que ella mata a su ofensor en presencia de todos. No solo eso: será un guerrero casi inmortal y, ella, la última de las guerreras de Upsala, el templo bárbaro que es destruido por otro fanático cristiano. Y he aquí la segunda línea histórica de fondo: la lucha entre vikingos conversos y paganos, que suspenden provisoriamente sus batallas para ir a la conquista de Inglaterra.
Ninguno de los jefes ni el propio Leif tienen el carisma de Ragnar, pero sus figuras imponen respeto, cuando no admiración. Leif es distinto a Ragnar incluso en materia de ambiciones: no tiene -no quiere tener- ninguna. Sin embargo, se convierte en el héroe de la batalla de Inglaterra, porque lograr derribar, quizá por primera vez en la historia, el puente de Londres.
La primera temporada podría dividirse en dos grandes capítulos llamados "La batalla de Londres" y "La batalla de Kattegat", cuando -conquistada Inglaterra- recrudecen los enfrentamientos religiosos y políticos internos.
Dinámica en su combinación de intrigas y batallas, "Vikingos: Walhalla" es una gran ficción, muy bien llevada, que ilumina sin embargo el fondo de la historia llamémosle real.
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Netflix
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