lunes, 19 de abril de 2021

"El sabor de las margaritas": Otro estudio en escarlata

 

Está claro que actualmente ningún policía que se precie puede seguir un caso sin pegar fotos y recortes en una pared o sobre un vidrio y unirlos con hilos o con trazos de marcador. Como tributo a ese recurso que no sabemos si la policía real utiliza pero que es ya lugar común de toda serie policial estadounidense o europea, "El sabor de las margaritas" (2018 y 2020) hace de los hilos rojos el leit motiv de la apertura de cada capítulo. Podría ser una ironía, pero no es el único tributo al lugar común: tambièn hay un pueblo en el que "no pasa nada" al que llega una policía de la ciudad para investigar un crimen. La o el policía arrastran siempre algo turbio o doloroso de su pasado cuando llegan a los pueblos. Esto le ocurre también a la protagonista de "El sabor de las margaritas", para qué mezquinar clisés. 

  Por todo esto, y por la consabida desaparición de una adolescente que intriga a la investigadora, el comienzo de la serie gallega (hablada en gallego) se hace difícil de digerir. Para colmo la protagonista parece alelada, no da pie con bola, no muestra un carácter muy atractivo y si bien no es una alcohólica, como suelen ser en las series sus colegas masculinos -e incluso femeninos-, consume mucho ansiolítico.

  Las cosas cambian cuando aparece un cabaret, acaso algo rumboso para un modesto pueblo gallego, y su propietario en silla de ruedas. Algo turbio hay detrás. Se supone algo vinculado al tráfico sexual con menores, que tampoco es novedad en las series policiales, pero que tiene aquí una cuota de perversión y violencia contra las mujeres-niñas realmente horrorosa. La investigadora va cobrando carnadura y la serie se hace interesante. Aunque tan complicada como la red de hilos rojos sobre las fotografías.

  La segunda temporada, con ambientes urbanos, se enreda aún más, si cabe, pero quizá por su enviscada complicación -al cabo bien tejida- y el baile de máscaras que desata, atrae.

  Tal vez como simple homenaje, cada capítulo está precedido de una cita de la Divina Comedia, de la que surge el título respectivo. Aparecen citas en los asesinatos también, pero no tienen que ver estructuralmente con ellos ni son pistas. Apenas fungen como recordatorio del infierno, que no tiene regreso ni salida, como ya sabemos.

  Es densa. En la resolución del crimen no hay ninguna liviandad, ni un solo paso de comedia, ni una sonrisa. Las únicas que aparecen son falsas, en una sesión de fotografía. El paisaje, precioso. El crimen, realmente horrible y verosímil. Pero no querremos saber de los culpables sino de si eso tiene solución. La respuesta parece ser: solo el vengador solitario, en el futuro, hará justicia. Porque del poder no se puede esperar mucho, ya que el mal emana de él como de chimeneas del infierno a flor de tierra.


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