jueves, 15 de abril de 2021

La saga del profesor Langdon: códigos, símbolos y asesinos


Las tres novelas famosas de Dan Brown en que se basaron las respectivas pelìculas tienen en común que desarrollan tramas policiales tejidas sobre interpretaciones de símbolos y figuras que realiza el profesor Robert Langdon. En las películas dirigidas por Ron Howard el clima de estos bestsellers mundiales acaso está mejor logrado, ya que cuenta con los escenarios verdaderos de París, Londres, Roma, El Vaticano, Florencia, Venecia e incluso Estambul. Se trata del conocido "Código Da Vinci" (2006), a la que siguieron "Ángeles y demonios" (2009) e "Inferno" (2016). Las novelas tuvieron otro orden de aparición: "Ángeles y demonios" es la primera. La última, "Inferno" es tambièn de la mayor actualidad en 2021: gira en torno al primer libro de la "Divina Comedia", de Dante Alighieri (de cuya muerte se cumplen 700 años este año) y el tema central es una peste mundial a punto de ser desatada por un virus.

  Las tres pelìculas pueden ser vistas incluso como una serie. No fueron concebidas así aunque daban para eso. Habría sido una serie de nueve capítulos, tal vez. Lamentablemente, solo las dos últimas están disponibles en el streaming más popular en la Argentina.

  Debo hacer una aclaración retrospectiva, aunque a nadie le importe mucho, ya que es puramente personal. En los primeros años de este siglo me enojé con "El código Da Vinci" y no quise ver la película. Había leído unas cuantas páginas para robustecer mis prejuicios y solo con el propósito de que eso sucediera. Mi principal prejuicio era que no se podían tomar a la bartola figuras religiosas, históricas o de la ciencia y el arte y meterlas en una fantasía policíaca alterando datos o inventándolos. Además, me parecía que seguramente el libro reduciría el falso dilema ciencia-religión a los términos tontos del liberalismo más elemental, lo cual no es exactamente así. Años de series televisivas en que protagonistas de la ciencia y la historia fueron metidos en ficciones más o menos disparatadas pulieron un poco esos prejuicios. Hasta entendí que había algo de verdad sobre esas figuras o quise creerlo, y que las fantasías e intrigas urdidas en torno a célebres pensadores eran incluso, lateralmente, un modo de divulgación. Contribuyó mucho a esto el reconsiderar si Brown no tenía el mismo derecho que Umberto Eco en su "Péndulo de Foucault". Que uno fuera un gran medievalista y semiólogo y el otro solo un escritor que seguía el camino de Sidney Sheldon y tantos otros, daba para hacerse incluso la misma pregunta: ¿quién era el que se metía en el campo del otro? ¿El ficcionalista en la Edad Media y el Renacimiento o el medievalista en la ficción?

  No volví nunca a los libros de Brown, en cambio las películas basadas en sus libros me parecieron buenos policiales, en los que el detective no es experto en criminalística o en psicología sino en símbolos, en arte y en historia; un detective singular capaz de interpretar hechos a partir de esos conocimientos. Hechos que parecen codificados para que los desentrañe una persona con sus talentos. Fuera de lo directamente inventado, en lo que hace al conocimiento de arte y simbología Brown parece bien asesorado o documentado; esas pelìculas tienen un atractivo particular, e incluso un plus, como digo, de divulgación. Decir que contribuyen al pensamiento sería horroroso, pero es claro que algunos datos y relaciones pueden ser pistas interpretativas. De "El código Da Vinci", que finalmente vi, recuerdo entre otras cosas al profesor Langdon mostrando en un solo movimiento de sus manos los símbolos más antiguos y naturales del falo y la vagina, lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra, el yin y el yang, etc.: las dos manos unidas por las puntas de los dedos en forma de flecha hacia arriba; las dos manos unidas por el borde inferior de las palmas y abiertas como una flor, también hacia arriba. Está claro para mí que las manos unidas por las palmas en la plegaria sintetizan ambas cosas. Increíblemente, escritores académicos demostraron lo "absurdo" que era pensar -como propone "El código Da Vinci"- que Cristo tuvo descendencia con Marìa Magdalena; el comentario cientìfico aportó incluso cálculos sobre la proporción de genes de Cristo que tendrían hoy los herederos de su sangre, proporción que resulta, es claro, infinitesimal. Esto es lo mismo que demostrar que en el centro de la Tierra no está Satanás mordiendo eternamente a Caín y a Brutus.

  Religión y ciencia son el fondo de estas historias, pero llevadas a escalas conspirativas como las que solo se han visto -por ahora- en las grandes producciones hollywoodenses de espionaje. Y hay conspiraciones de ambos lados, y atrocidades parejas. Si "El código Da Vinci" y "Ángeles y demonios" prolonga imaginariamente esas  luchas oscuras en el presente, "Inferno" coloca en la actualidad el delirio mesiánico de un laico. El tema que este plantea con simplicidad es el del descontrolado crecimiento demográfico y las formas drásticas de terminar con el problema, para que el problema no termine con la humanidad en cien años (más o menos: quizá también se puede demostrar cientìficamente que el cálculo está equivocado). Los críticos consideraron esta como la peor película basada en Brown. Desde luego, no pudieron superar el prejuicio de que Brown es un autor de novelas de "entretenimiento" y todo lo que se haga con ellas será malo, inconcebible, incluso el manejo de cámaras que intentaron (los críticos, claro) enseñarle a Ron Howard. Muchos de ellos no deben haber hojeado siquiera la "Divina Comedia", donde todo es inverosímil. Brown, sus personajes y acaso el director la conocen en parte, al menos, así como Brown sin duda conoce Florencia y Venecia, sus rincones, monumentos a los que nadie presta atención e historias ocultas tras los muros y las telas, muchas de ellas incomprobables... Tan incomprobables como que a un enfermo de omnipotencia se le ocurra liberar un virus para salvar a la humanidad matando a la mitad de los humanos. Tan loco todo como que el dogo de Venecia saquease Constantinopla de camino a las Cruzadas... En fin. Todos tenemos siempre algo que decir al respecto. Y si no, a tomar por culo, como dicen los españoles: mejor que Brown, para entretenimiento, sin duda las muy verosímiles pelìculas de la serie "Misión: Imposible".



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